Marina Barcenilla, astrobióloga y diseñadora de fragancias, combina sus pasiones para crear aromas que representan diferentes cuerpos celestes y fenómenos del espacio, disponibles para su degustación en un museo de Londres.

Marina Barcenilla es una destacada perfumista y astrobióloga que ha unido sus dos pasiones en un proyecto innovador: recrear los aromas del espacio a través de la química y la perfumería.

Su trabajo comenzó en 2015, cuando decidió profundizar en la ciencia planetary y astroquímica en la Universidad de Westminster, en Londres. Durante sus estudios, se dio cuenta de que podía utilizar su conocimiento químico para imaginar cómo serían los olores en diferentes lugares del cosmos.

Barcenilla explica que, en realidad, el espacio en sí no tiene un olor perceptible, dado que la mayoría de las vastas regiones del universo están vacías y carecen de aire.

Sin embargo, en lugares específicos, como planetas, lunas, o nubes moleculares cargadas de gases y polvo microscópico, las moléculas químicas presentes pueden generar aromas característicos.

Desde entonces, ha creado más de 25 fragancias que representan diferentes cuerpos celestes y fenómenos espaciales.

Entre sus creaciones se encuentran los aromas de Marte, la luna Titán, el asteroide Bennu y la Tierra en sus primeros años, hace aproximadamente 3.5 a 4 mil millones de años. Para la exposición en el Museo de Historia Natural de Londres, ha elaborado cuatro fragancias: la de Marte, que retrata su atmósfera compuesta en parte por óxidos de hierro y polvo de regolito; la de Titán, que evoca la mezcla de metano y etano en su superficie fría; la del asteroide Bennu, con aromas inspirados en sus minerales y composición química; y la de la Tierra en su inicio, con una mezcla de olores terrosos, húmedos y microbianos.

Barcenilla describe que la Tierra primitiva, en sus inicios, tenía un aroma que podía compararse con tierra mojada, microorganismos y sulfuro. Algo que podría ser similar a la percepción de algunos astronautas. La famosa astronauta canadiense Julie Payette, en 2009, comentó que tras regresar de una caminata espacial, percibió un olor «antiséptico», parecido al de un hospital, que describió como el aroma del espacio mismo.

Por otra parte, el cosmonauta Alexei Ovchinin afirmó en 2013 que en la esclusa de la Estación Espacial Internacional se percibía un olor a carne asada quemada y pólvora, lo que ejemplifica cómo diferentes experimentados en la materia perciben esos aromas.

Las fragancias creadas por Barcenilla también están inspiradas en otros fenómenos y cuerpos celestes, como el interior de Júpiter, que sería rico en amoníaco y azufre, emitiendo aromas similares a huevos podridos.

Otro ejemplo es Ethyl formate, un compuesto presente en frutas y con un olor que podría asemejarse a la caña de azúcar o el ron, y que se encuentra en la región central de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

A pesar de que la doctoranda admite que la recreación de estos aromas es una interpretación científica y artística más que una percepción directa, su trabajo busca acercar a la humanidad a la comprensión del cosmos a través del sentido del olfato.

Además, ha llevado sus fragancias a escuelas y museos, donde observa que cuanto más fuertes y «malos» son los olores, mayor es la curiosidad y el interés de las personas por ssmarlos.

Para ella, su misión es abrir la mente de las personas, mostrando que todo lo que existe en el espacio tiene una relación con lo que podemos experimentar aquí en la Tierra.

Ella afirma que todo en el cosmos está relacionado con los elementos que formaron nuestro planeta, y que, en cierto modo, somos polvo de estrellas. Estos esfuerzos ayudan a visualizar la ciencia de una manera sensorial, promoviendo un entendimiento más profundo del universo y su conexión con nuestro hogar.

En definitiva, la labor de Marina Barcenilla representa un puente entre la ciencia y el arte, permitiendo que las personas puedan imaginar y experimentar, aunque sea simbólicamente, los aromas que rodean a los mundos más lejanos en el espacio.

Este trabajo, además, añade una dimensión novedosa a la divulgación científica, combinando la pasión por la exploración espacial con el sentido del olfato, en un esfuerzo por hacer que el vasto universo sea un poco más cercano y comprensible para todos.