Investigación propone que los cantos de ballenas jorobadas podrían actuar como una forma de ecolocalización a gran escala, desafiando la idea tradicional de que sirven principalmente para el apareamiento.

Una nueva interpretación del canto de las ballenas propone que estas melodías podrían funcionar como un sistema de sonar a gran escala, más allá de ser simples cantos de apareamiento.

Esta idea nace de décadas de investigación en bioacústica y es defendida por Eduardo Mercado, un bioacústico y profesor de psicología en la Universidad de Buffalo.

En su libro Why Whales Sing, Mercado sugiere que los cantos de las ballenas jorobadas podrían estar diseñados para explorar el entorno sonoro del océano y no solo para atraer parejas.

Desde la década de 1970, muchos científicos interpretaron los cantos como rituales de cortejo entre machos en busca de una hembra. Mercado propone, en cambio, que los cantos exhiben una plasticidad temporal notable: cambian año tras año con una frecuencia que desafía la idea de un alfabeto sonoro fijo.

Este cambio continuo le llevó a plantear que la función de esas vocalizaciones podría ser, en gran medida, explorar el entorno para generar una visión interna de lo que sucede a su alrededor.

La línea de razonamiento se nutre de comparaciones con otros sistemas de ecolocalización. A la luz de lo que se sabe sobre los delfines y las belugas, que emiten clics y modos de ecolocalización para distancias variables, Mercado halló paralelismos sorprendentes.

Aunque las ballenas jorobadas no dependen de un repertorio de señalamientos como los delfines, su modo de emitir sonidos parece diseñado para obtener información del paisaje acústico oceánico y de los movimientos de otros grandes mamíferos a largas distancias.

Un aspecto clave de su análisis es la física de la propagación sonora en el agua. En su investigación, Mercado señala que los cantos de ballenas jorobadas pueden viajar con facilidad aproximadamente 10 kilómetros en contextos de canto, y pueden ser detectados a distancias de alrededor de 100 kilómetros.

En el caso de ballenas de mayor tamaño, como las azules o las finas, las señales han sido registradas a distancias de hasta 1,000 kilómetros, lo que ilustra una capacidad de detección y monitorización a escala oceánica.

Estos números respaldan la idea de que las vocalizaciones podrían funcionar como una forma de sonar para entender lo que ocurre en grandes regiones marinas.

Para sostener estas ideas, Mercado ha explorado la posibilidad de que una ballena pueda detectar a otra, a varios kilómetros de distancia, usando su propia canción como medio de emisión y recepción de ecos.

Los resultados de sus análisis indican que, desde el punto de vista físico, es plausible que este tipo de comunicación sirva para evaluar la presencia y el movimiento de otros individuos sin necesidad de acercarse directamente.

Además de la física del sonido, el trabajo de Mercado enfatiza cómo el aprendizaje y la experiencia moldean la forma en que el cerebro procesa el sonido.

En mamíferos, incluido el ser humano, la plasticidad neuronal permite que la percepción auditiva se adapte rápidamente a variaciones en el entorno sonoro.

Esta línea de investigación sugiere que las ballenas pueden estar usando sus cantos no solo para transmitir información, sino para construir una representación interna de un mundo submarino dinámico y en constante cambio.

En la conversación con Quirks & Quarks, el programa de divulgación científica de CBC, Mercado explica que la pregunta central no es si las ballenas cantan o no, sino qué significan esos cantos en un océano tan vasto y cambiante.

La entrevista, que ha sido editada para mayor claridad, también subraya que la versión de audio de la pieza fue generada por tecnología de inteligencia artificial, un detalle que refleja el deseo de ampliar accesos y formatos en la divulgación de la ciencia.

La propuesta de Mercado no busca negar años de investigación sobre el cortejo y la comunicación entre ballenas, sino ampliar la comprensión de la función de sus cantos y su impacto en la ecología marina.

Si estas ideas se confirman, podrían influir en la forma en que se estudian, monitorean y protegen las poblaciones de ballenas a escala global, así como en las metodologías utilizadas para mapear patrones migratorios y de ocupación de hábitats oceánicos a largo plazo.

En resumen, la visión presentada en Why Whales Sing invita a replantear la función de los cantos de las ballenas y a considerar la ecolocalización como un componente central de su comportamiento, una perspectiva que podría transformar la interpretación de la comunicación en los océanos y abrir nuevas preguntas para futuras investigaciones.