La llegada de amenazas de demandas por difamación a medios de comunicación marca el inicio de una administración Trump dispuesta a controlar la cobertura mediática.
Washington: Las amenazas legales han llegado en diversas formas. Algunas fueron expuestas en CNN. Otras se comunicaron por teléfono, y más llegaron a través de cartas o correos electrónicos. Todas parecen estar dirigidas a intimidar a las organizaciones de noticias y a otros que han criticado o cuestionado al presidente electo Donald Trump y a sus nominados para dirigir el Pentágono y el FBI.
El creciente número de amenazas de demandas por difamación es una señal de que la próxima administración de Trump parece dispuesta a hacer lo que sea necesario para frenar la cobertura mediática desfavorable.
Antes y después de las elecciones, Trump y sus aliados han discutido la posibilidad de citar a declarar a organizaciones de noticias, procesar a periodistas y sus fuentes, revocar las licencias de transmisión de las cadenas y eliminar la financiación para las emisoras públicas.
Las demandas de difamación, ya sean reales o amenazadas, son otro recurso a su disposición, y están siendo utilizadas incluso antes de que Trump regrese a la Casa Blanca.
Es notoriamente difícil para figuras públicas como Trump ganar demandas por difamación. Según un antiguo precedente de la Corte Suprema —el cual Trump y algunos de sus aliados desean debilitar o anular— los demandantes deben probar que un editor sabía que una declaración difamatoria era falsa o actuó con desprecio temerario hacia su precisión.
Sin embargo, esta alta exigencia no ha detenido a una amplia variedad de políticos, líderes empresariales y otros de amenazar o presentar tales demandas, una estrategia que a menudo parece estar diseñada para hacer que los medios de comunicación y las personas moderan su cobertura agresiva sobre figuras públicas.
Esta estrategia también puede traer otros beneficios. Durante el fin de semana, la cadena ABC News anunció que había acordado donar 14 millones de euros (aproximadamente 15 millones de dólares) a la futura fundación presidencial y museo de Trump para resolver una demanda por difamación que el ex presidente había interpuesto contra la red y uno de sus presentadores, George Stephanopoulos.
Trump demandó en marzo después de que Stephanopoulos dijera incorrectamente que el ex presidente había sido considerado “culpable de violación” en un juicio civil en Nueva York, aunque el juez del caso indicó más tarde que el estado tiene una definición legal reducida de violación.
En realidad, Trump había sido declarado responsable de abuso sexual.
Esta situación pone de manifiesto un clima de presión hacia la libertad de prensa, donde la administración electoral de Trump ya toma medidas enérgicas antes de asumir el cargo.
A medida que se aproximan los cambios en la Casa Blanca, la vigilancia sobre la cobertura mediática y los intentos de control exhiben un capítulo sombrío en la relación entre los gobernantes y los medios, que podría tener repercusiones significativas no solo para el periodismo, sino también para la democracia en general.