Una madre de 37 años fue diagnosticada con cáncer en etapa avanzada justo después de dar a luz a su hijo, después de años de dolores no atendidos. La historia revela fallos en la atención médica y la dificultad de detectar enfermedades graves a tiempo.
Lois Walker, una mujer de 37 años originaria del Reino Unido, vivió una experiencia que cambió su vida para siempre. Tras experimentar dolores estomacales persistentes desde 2020, Lois buscó ayuda médica en varias ocasiones, sin que inicialmente se le diagnosticara una causa concreta.
Los médicos en ese momento pensaron que se trataba del síndrome del intestino irritable, una condición común que suele ser difícil de distinguir en sus etapas iniciales.
Como tratamiento, le recetaron medicamentos y, posteriormente, citalopram, un antidepresivo que se usa en casos de ansiedad y depresión. Sin embargo, Lois empezó a sospechar que algo más grave podría estar sucediendo, especialmente porque su cuerpo parecía deteriorarse con el tiempo.
Ella misma preguntó si podría tratarse de cáncer, ya que notaba que su envejecimiento aceleraba y su estado físico no mejoraba.
Durante este período, la salud de Lois se fue complicando, pero las alertas no se encendieron. La historia de esta mujer refleja la dificultad que enfrentan muchas personas en la detección temprana de enfermedades oncológicas, que en etapas avanzadas suelen ser mucho más difíciles de tratar.
La situación se agravó cuando, tras quedar embarazada, Lois empezó a sentir dolores aún más intensos. A pesar de ello, los médicos consideraron que podría tratarse de molestias relacionadas con el embarazo o el parto. Cuando finalmente dio a luz a su hijo mediante cesárea, en un procedimiento que tuvo un costo aproximado de 4.000 euros, la madre pensó que por fin podría centrarse en su recuperación y en cuidar a su bebé.
No obstante, poco tiempo después de la cesárea, los médicos le comunicaron una noticia devastadora: las pruebas de biopsia revelaron que Lois padecía un cáncer en etapa cuatro.
La enfermedad había avanzado a sus ovarios, ganglios linfáticos y parte del abdomen, lo que complicaba enormemente las opciones de tratamiento. La noticia fue un golpe duro para ella y su familia. Lois recuerda que el médico que le entregó el diagnóstico no pudo evitar llorar y le confesó que sentía haberse sentido defraudado por no haber detectado la enfermedad a tiempo.
La mujer expresó su sentir: “Siento que esto pudo haberse detectado antes, y así evitar llegar a un diagnóstico tan tardío que deja a mis hijos sin su madre”.
El caso de Lois no solo revela una historia personal de lucha y pérdida, sino que también pone en evidencia las fallas del sistema de salud en la detección precoz del cáncer.
La Organización Mundial de la Salud estima que el diagnóstico temprano puede aumentar significativamente las tasas de supervivencia, pero en muchos países, los recursos y los protocolos aún son insuficientes o no se aplican de manera efectiva.
Lois afirma que si hubiera sido atendida adecuadamente en los primeros años, su pronóstico podría haber sido distinto. Actualmente, la terapia contra el cáncer en etapa avanzada puede costar en torno a 3.500 euros mensuales, incluyendo quimioterapia, radioterapia y cuidados paliativos, lo que representa un gasto considerable para las familias afectadas.
La historia de Lois es un recordatorio de la importancia de la atención médica preventiva y de la necesidad de mejorar los sistemas de detección temprana en todo el mundo.
La esperanza es que casos como el suyo sirvan para generar conciencia y promover cambios que eviten que otros pacientes pasen por experiencias similares, luchando contra una enfermedad que, si se detecta a tiempo, puede ser tratada con mayor eficacia.