Cracker Barrel enfrenta controversias tras una campaña de marketing y una reciente caída en sus resultados financieros, lo que ha provocado una caída en sus acciones y una serie de reacciones públicas y de inversores.

La cadena de restaurantes Cracker Barrel se encuentra en el centro de una polémica que ha sacudido tanto a inversores como a clientes. Todo comenzó cuando la compañía lanzó una campaña de rebranding que generó rechazo entre sus seguidores, quienes consideran que el cambio en su icónico logo, que anteriormente mostraba a un hombre en una mecedora junto a un barril de madera, fue un error estratégico.

La reacción negativa fue tan intensa que la propia CEO, Julie Felss Masino, confirmó que la empresa volvería a su logotipo clásico, en respuesta a la presión del público y de algunos accionistas.

Supuestamente, la decisión de revertir el cambio fue influenciada por críticas de figuras públicas y consumidores en redes sociales, quienes expresaron que la nueva imagen no capturaba la esencia de la marca.

La controversia no solo afectó la percepción del público, sino que también tuvo un impacto en la cotización de las acciones en bolsa, que experimentaron una caída cercana al 10%, equivalente a aproximadamente 850.000 euros en valor de mercado.

El revuelo no terminó allí. Presuntamente, uno de los inversores más activos en la compañía, Sardar Biglari, CEO de Steak 'n Shake, tomó medidas drásticas en respuesta a la situación.

Supuestamente, Biglari compró un cartel en Nashville que contenía un mensaje claro: 'Despida al CEO', dirigido a la directiva de Cracker Barrel. Este acto fue interpretado como una protesta abierta contra la gestión actual y una señal de que la tensión en la junta directiva está en aumento.

Biglari, quien supuestamente posee cerca del 3% de las acciones, ha sido un crítico constante de la estrategia de la empresa desde hace años. Según registros de la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU., ha participado en varias batallas proxy en el pasado, intentando influir en las decisiones corporativas. En su última declaración, Biglari afirmó que la compañía ha estado más preocupada en debates sobre diversidad e inclusión que en mantener la calidad de sus productos, lo que supuestamente ha contribuido a una disminución en la afluencia de clientes.

Respecto al impacto financiero, presuntamente las ventas totales del último trimestre aumentaron un 4,4%, alcanzando unos 750 millones de euros, pero la disminución en el tráfico de clientes desde la modificación del logo en agosto ha sido notable.

Desde entonces, se estima que las visitas a los locales han caído casi un 8%, y si las tendencias continúan, la caída podría extenderse entre un 7% y un 8% adicional en los próximos meses.

El CEO anunció que, en respuesta a la crisis, la compañía pausó todos los planes de remodelación y volvió a centrarse en mejorar la experiencia del cliente en las salidas de sus locales.

Sin embargo, la tensión en la gestión no se ha disipado. Supuestamente, algunos analistas consideran que la empresa podría enfrentarse a una reestructuración si la presión de los inversores continúa intensificándose.

Este episodio refleja cómo las decisiones de marketing y gestión pueden tener consecuencias profundas en la percepción pública y en los resultados económicos de una compañía.

La situación en Cracker Barrel es un ejemplo de cómo las redes sociales y las batallas proxy pueden influir en la estrategia empresarial y en el valor de mercado de las empresas tradicionales en un entorno cada vez más digital y competitivo.