Las generaciones más jóvenes, como la Generación Z y los millennials, gastan en promedio más de 200 euros al mes en actividades sociales, lo que impacta en sus finanzas personales y genera tensiones en sus amistades. Este comportamiento, impulsado por la presión social y el miedo a quedarse fuera, revela una tendencia de overspending que muchos reconocen pero que les cuesta controlar.

Las jóvenes de la generación Z y los millennials están destinando una cantidad significativa de su dinero a mantener un activo estilo de vida social, con un gasto mensual que supera los 200 euros (aproximadamente 210 dólares).

Este gasto, que en muchos casos se destina a cenas, salidas a bares, eventos y otras actividades de ocio, está generando una creciente preocupación por su impacto financiero a largo plazo.

Supuestamente, muchos jóvenes no llevan un control detallado de cuánto gastan en estas actividades, pero estudios recientes indican que la media ronda los 250 euros mensuales, lo que equivale a unos 260 dólares.

La presión social y el deseo de no ser excluidos de los grupos de amigos son algunos de los principales factores que impulsan este comportamiento. Según una encuesta de Ally Bank, aproximadamente el 69% de estos jóvenes priorizan las conexiones en persona, pero tres de cada cinco admiten que estos gastos afectan sus metas financieras.

El fenómeno del gasto excesivo en actividades sociales no es casualidad. Muchas veces, los jóvenes sienten que deben participar en eventos costosos como cenas, salidas nocturnas, viajes o celebraciones, para mantener su relevancia dentro de su círculo social.

Por ejemplo, una joven de 25 años, supuestamente llamada María, compartió que en un solo mes gastó cerca de 220 euros en salidas y reuniones, un gasto que le cuesta mucho equilibrar con su presupuesto mensual.

Supuestamente, la situación se ha agravado en tiempos de inflación y aumento de precios. Se estima que actividades como ir a un restaurante o a un bar, que en el pasado costaban unos 30 euros, ahora pueden superar los 35 euros por salida. Además, el miedo a perderse experiencias o a ser etiquetados como ‘aburridos’ alimenta aún más este gasto desmedido.

Este patrón también ha causado rupturas en amistades. Algunos jóvenes, al dejar de participar en eventos caros, han sido excluidos o incluso han sufrido rupturas con amigos que no entienden su decisión de priorizar la estabilidad económica.

Las redes sociales, donde muchas veces se muestran los mejores momentos, aumentan el FOMO (miedo a quedarse fuera) y la ansiedad por no seguir el ritmo de gastos de otros.

Para hacer frente a esta tendencia, expertos recomiendan planificar con anticipación y buscar actividades de bajo costo o gratuitas, como paseos, deportes al aire libre o visitas a museos y bibliotecas.

Sin embargo, supuestamente, muchas jóvenes sienten que estas opciones no ofrecen la misma diversión y satisfacción que las actividades pagadas. La clave, dicen, está en el equilibrio y en la comunicación abierta con amigos sobre las limitaciones económicas.

En definitiva, aunque socializar es fundamental para la salud mental y emocional, gastar en exceso para mantenerse activo socialmente puede ser una trampa que afecte la estabilidad económica de los jóvenes.

La tendencia indica que, si no se controlan estos gastos, muchos podrían enfrentarse a dificultades financieras en el futuro cercano, poniendo en riesgo no solo su economía, sino también sus relaciones personales.