Los consumidores planean un boicot masivo el 28 de febrero en respuesta a la retirada de iniciativas de diversidad por parte de varias empresas.

Un grupo creciente de consumidores ha decidido hacer uso de su poder adquisitivo para manifestar su descontento ante las empresas que han retrocedido en sus compromisos con la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI).

Este movimiento, que culminará en un boicot programado para el 28 de febrero, busca enviar un mensaje claro: los consumidores están observando y están dispuestos a actuar en defensa de sus valores.

Sheila Harrison, una residente de Fredericksburg, Virginia, es una de las muchas personas que han decidido dejar de comprar en Target tras enterarse de que la compañía había reducido algunas de sus iniciativas de diversidad.

"Siempre esperaba con ansias cada febrero para comprar una camiseta de la línea de Black History Month. Pero ahora, simplemente no puedo", comentó Harrison. Esta decisión la ha llevado a buscar alternativas, incluso si eso significa pagar más por el envío al comprar en línea.

Las acciones de boicot están organizadas por varias agrupaciones y líderes comunitarios que están llamando a un 'apagón económico' de 24 horas. La idea es no gastar dinero en ningún lugar durante ese periodo. Además, se ha propuesto un boicot de 40 días a grandes cadenas como Target, instando a los consumidores a apoyar a pequeños negocios y a aquellas empresas que continúan respaldando los programas DEI.

Este fenómeno de boicot no es nuevo en la historia de Estados Unidos. Recordemos el boicot de autobuses de Montgomery en 1955, un acto de resistencia que logró cambios significativos en la lucha por los derechos civiles.

Hoy, los organizadores buscan replicar ese éxito, utilizando las redes sociales y la comunidad para movilizar a un número aún mayor de personas.

Por otro lado, el contexto político también ha influido en este tipo de acciones. Tras la firma de una orden ejecutiva por el expresidente Donald Trump, que debilitó los programas de DEI en el gobierno federal, muchas empresas sintieron la presión de seguir su ejemplo.

Sin embargo, los defensores de la inclusión argumentan que retroceder en estos compromisos no solo es un error moral, sino también financiero. "Las empresas deben entender que abandonar nuestras causas les costará", enfatiza Jason Williams, profesor en Montclair State University.

Kim Andrews, una estratega de carrera en Nashville, también ha decidido participar en este movimiento. "Es como votar", dice. "Una persona que no gasta puede no parecer mucho, pero si todos decimos que no, entonces sí hacemos una diferencia". Andrews ha comenzado a explorar negocios locales que ofrecen productos de emprendedores afroamericanos, buscando apoyar a su comunidad.

La presión de los consumidores ha llevado a algunas empresas a reconsiderar sus decisiones. Target, por ejemplo, ha declarado que continuará trabajando con proveedores de diversas procedencias y mantendrá una oferta de productos de empresas afroamericanas.

Sin embargo, muchos consumidores, como Keith Byrd, pastor de una iglesia en Washington D.C., están decididos a mantener el boicot como una forma de demostrar su poder económico. Byrd ha instado a su congregación a no gastar dinero en empresas que no apoyan la diversidad durante un periodo de 40 días.

El desafío de los boicots también radica en la capacidad de los consumidores para encontrar alternativas viables. Aunque la intención está presente, la disponibilidad de opciones puede limitar la efectividad de estas acciones. Sin embargo, muchos están dispuestos a hacer sacrificios personales para contribuir a una causa más grande, reafirmando que el poder del consumidor es innegable y que cada euro cuenta.