El asesinato de Juan Domingo Ferreyra, conocido como Chicha, revela trasfondos de violencia en el deporte argentino.
El pasado sábado por la noche, la ciudad de Rosario se vio sacudida por el asesinato de Juan Domingo Ferreyra, apodado como Chicha, un destacado líder de la barra brava del club Rosario Central.
El crimen tuvo lugar en su hogar, situado en la calle Ameghino, donde un sicario, que llegó en motocicleta, se acercó a la casa de Ferreyra y le disparó en múltiples ocasiones, causando heridas fatales en su cara y pecho.
Tras el ataque, el perpetrador huyó rápidamente junto a un cómplice que lo esperaba en el vehículo.
Chicha, de 45 años, era un personaje conocido en el entorno del fútbol argentino y su poder dentro de la barra del Canalla siempre había sido notorio.
Su muerte no solo ha dejado un vacío en la facción que lideraba, sino que también ha generado temores sobre posibles reacciones violentas por parte de sus seguidores.
La violencia en el ámbito del fútbol, especialmente dentro de las barras bravas, es un fenómeno que ha ido en aumento en los últimos años en Argentina, originando una serie de enfrentamientos y asesinatos relacionados.
El fiscal Luis Schiappa Pietra ha tomado cartas en el asunto y ha ordenado que el cuerpo de Ferreyra sea trasladado al Instituto Médico Legal de Rosario para la práctica de la autopsia.
En el marco de la investigación, la División de Homicidios de la Policía de Investigaciones ha asegurado el teléfono celular de la víctima y recogido varias vainas servidas en la escena del crimen, mientras que se revisan las cámaras de seguridad en busca de pistas que puedan contribuir a esclarecer los hechos.
También se han realizado entrevistas con familiares, incluyendo a Juan Carlos Ferreyra, hermano de Chicha, que reside en el mismo edificio.
Juan Domingo Ferreyra era medio hermano de Oscar Ferreyra, conocido como el "Mono", quien formó parte de la tristemente célebre banda de Los Monos y fue mano derecha de Andrés "Pillín" Bracamonte, otro líder de barras asesinado el pasado 9 de noviembre.
Bracamonte y su segundo, Daniel "Rana" Attardo, fueron acribillados a tiros a las afueras del estadio de Arroyito, lo que desencadenó una serie de especulaciones sobre la lucha por el control de la barra tras su muerte.
Las autoridades continúan investigando los posibles vínculos del crimen con redes narcotraficantes, revelando un entramado más oscuro detrás de la violencia en las barras.
En el caso de Bracamonte, su sepelio estuvo rodeado de un amplio operativo de seguridad, dado el temor a represalias, lo que demuestra el clima de tensión que rodea a los líderes de las barras bravas en el fútbol argentino.
Este nuevo asesinato añade un capítulo más a la historia de violencia relacionada con el fútbol en Argentina, donde la lealtad a las barras a menudo se traduce en disputas que incluso resultan mortales.
Las autoridades se enfrentan ahora al desafío de desarticular estas estructuras de poder que operan dentro y fuera del deporte.