Tras la renuncia de Gregg Popovich, los San Antonio Spurs inician una fase de transición, con Mitch Johnson en un rol más influyente y un equipo que apuesta por una mirada internacional en su futuro.
Desde hace algunos meses, los aficionados y analistas deportivos han notado que los San Antonio Spurs enfrentan una nueva realidad. La salud y el paso del tiempo afectaron profundamente a Gregg Popovich, el legendario entrenador que lideró la franquicia durante más de 27 años. En el pasado viernes, la franquicia hizo oficial la renuncia de Popovich a su puesto como entrenador principal, confirmando que, si bien dejará esa función, seguirá siendo una figura influyente en las decisiones deportivas del equipo.
Popovich, un nombre que ha quedado grabado en la historia del baloncesto mundial, comenzó su carrera en los Spurs en 1988 como asistente de Larry Brown, y asumió como entrenador de forma definitiva en 1996.
Durante su mandato, cosechó cinco campeonatos de la NBA (1999, 2003, 2005, 2007 y 2014), consolidando a los Spurs como una de las franquicias más exitosas y respetadas de la liga.
Gran parte de esas victorias defendieron la influencia de figuras como Manu Ginóbili, Tim Duncan, Tony Parker y David Robinson, quienes fueron clave en la era dorada del equipo.
Un aspecto destacado de la visión de Popovich ha sido su talento para detectar jugadores internacionales desde tiempos en los que pocos equipos apostaban por el mercado europeo y latinoamericano.
Con una perspectiva pionera, Popovich y los Spurs exploraron con anticipación la escena internacional, rastreando talentos en Europa mucho antes de que ello se convirtiera en una práctica común en la NBA.
De hecho, el comisionado Adam Silver elogió esa visión, calificando a Popovich como “un pionero en el juego internacional”.
Su interés en lo global no solo fue a nivel de scouting, sino también en lo personal. Antes de dedicarse por completo al baloncesto, Popovich soñaba con ser espía. Durante la Guerra Fría, ingresó en la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, especializándose en estudios soviéticos, un dato que suele sorprender a sus seguidores.
Aunque esa carrera militar no prosperó, sus habilidades analíticas y su visión estratégica le sirvieron en el banquillo.
Tras su retiro del rol de entrenador, Popovich asumirá un nuevo puesto como presidente del equipo, con un peso mayor en las decisiones globales, aunque con menor contacto en la cancha.
La influencia que tiene en los Spurs y en la liga en general es indiscutible. La forma en que diseñó la plantilla, con la incorporación de talentos internacionales como Tony Parker y Manu Ginóbili, así como figuras de diferentes nacionalidades como Boris Diaw, Tiago Splitter y Pau Gasol, ha sido fundamental para consolidar su legado.
Además, Popovich dejó en claro que su visión del baloncesto y del mundo ha sido una constante en su gestión. La llegada de jugadores como Nikola Jokic, Shai Gilgeous-Alexander, Luka Doncic y Giannis Antetokounmpo, nacidos fuera de Estados Unidos, refleja la apuesta de los Spurs por un equipo cada vez más diverso y competitivo en el escenario internacional.
Su historia personal también marca una diferencia. Antes de convertirse en un referente del baloncesto, Popovich tuvo sueños distintos, como ser jugador en la selección olímpica estadounidense en 1972, una meta que no alcanzó, pero que lo llevó a enfocarse en el entrenamiento.
En California, logró rescatar a un equipo en División III que había sufrido 88 derrotas consecutivas y convertirlo en campeón, demostrando su capacidad de superación y liderazgo.
La huella de Popovich en la NBA y en la historia deportiva mundial es enorme. Su paso por la franquicia de San Antonio no solo dejó récords de victorias, sino también un legado de innovación, visión internacional y compromiso con la evolución del baloncesto.
La franquicia texana, ahora en transición, busca mantener su prestigio y seguir construyendo sobre los cimientos que dejó uno de los entrenadores más grandes del deporte mundial.