Con una carrera íntegramente en Estudiantes de La Plata, Miguel Russo fue un mediocampista clave en los equipos dirigidos por Bilardo y una figura cercana a la selección argentina en los años 80. Su historia refleja la pasión y los obstáculos del fútbol argentino de aquella época.
Miguel Russo fue uno de los futbolistas más destacados y leales de la historia de Estudiantes de La Plata, club donde desarrolló toda su carrera profesional y con el que conquistó varios títulos importantes en la década del 80.
Como jugador, Russo fue el prototipo del mediocampista que combina visión de juego, rigor defensivo y liderazgo en el medio campo.
Su vínculo con Estudiantes comenzó en 1975, cuando debutó con apenas 20 años. Desde ese momento, su fidelidad al equipo de La Plata fue absoluta, llegando a más de 400 partidos oficiales con la camiseta del club. Bajo la conducción del reconocido entrenador Carlos Salvador Bilardo, Russo alcanzó su mejor nivel y formó parte de planteles memorables.
El período en que Russo jugaba en Estudiantes coincidió con una de las épocas doradas del club, que consiguió títulos locales e internacionales.
En 1982, participó en la conquista del Campeonato Metropolitano, uno de los torneos más prestigiosos de Argentina en aquel momento, y en 1983, lograron el título del Nacional.
Estas campañas marcaron la historia del club y colocaron a Russo en la élite del fútbol argentino.
A pesar de ser un mediocampista de contención, Russo tenía una visión ofensiva y era pieza clave en la construcción del juego del equipo, complementándose con jugadores como Alejandro Sabella, José Daniel Ponce y Marcelo Trobbiani, quienes aportaban creatividad y goles.
Su estilo de juego recordaba a la escuela de Zubeldía, con un sistema defensivo sólido y un mediocampo que podía ser tanto defensivo como ofensivo.
Su rendimiento en Estudiantes le abrió las puertas de la selección argentina, llegando a jugar en la era previa a la histórica conquista del Mundial de México en 1986.
En 1983, fue convocado por Bilardo para integrar el plantel que buscaba revancha tras la frustración del Mundial de España ’82, en el que Argentina fue eliminada en cuartos de final.
Russo disputó 17 partidos entre amistosos y oficiales, marcando su único gol contra Venezuela y demostrando su importancia en aquel ciclo.
El sueño de Russo de participar en el Mundial de México parecía cada vez más cercano, y figuras del fútbol argentino de aquel entonces, como Ubaldo Fillol, lo incluían en sus predicciones.
Sin embargo, su historia dio un giro inesperado en enero de 1986, cuando sufrió un accidente doméstico que complicó su participación en la Copa.
Durante una reunión en su casa, Russo se cayó en la bañera y se lesionó la rodilla derecha, una lesión que fue agravada por una osteocondritis que padecía desde 1981.
La lesión requirió cirugía y reposo, lo que hizo que Bilardo decidiera no contar con él para el Mundial. En ese momento, Russo era uno de los jugadoras más prometedores y queridos del fútbol argentino.
A partir de su recuperación en 1986, Russo volvió a jugar en Estudiantes, pero la llegada de la lista definitiva del Mundial de México lo dejó fuera del equipo.
Bilardo le comunicó en días previos que no sería parte del plantel, en una decisión que el propio Russo entendió como necesaria y correcta. Russo siempre recordó con respeto ese momento difícil, que coincidió además con una fecha importante en su vida personal, el cumpleaños de su esposa.
Su paso por la selección argentina, aunque breve, quedó marcado por su entrega y profesionalismo. La historia de Russo refleja no solo su talento, sino también la fortaleza que mostró frente a adversidades que, en el fútbol y en la vida, muchas veces marcan el destino de los deportistas.
En la actualidad, Russo es reconocido no solo por su pasado como jugador sino también por su exitosa carrera como director técnico, donde ha dirigido a varios clubes argentinos e internacionales, siendo considerado una figura de gran influencia en el fútbol sudamericano.