Tras la conquista del Mundial en Qatar, Ricardo Chiqui Tapia consolidó su poder en el fútbol argentino, fortaleciendo su autoridad y evidenciando posibles casos de manejo discrecional en la gestión de la Asociación del Fútbol Argentino.
La llegada de la selección argentina al título mundial en Qatar 2022 fue un acontecimiento que repercutió en toda la estructura del fútbol en Argentina.
Sin embargo, detrás de la gloria y las celebraciones, se desvelaron elementos que muestran el fuerte crecimiento del poder de Ricardo Chiqui Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Es importante destacar que ni Lionel Messi, ni el cuerpo técnico, ni los jugadores estaban al tanto de las implicancias políticas y económicas que esa victoria conllevaba.
La conquista sirvió para abrir una puerta que permitiera a Tapia consolidar su influencia de manera aún más sólida. La historia del fútbol argentino desde el anterior título mundial en 1986 muestra un patrón recurrente: las figuras de poder en la gestión suelen aprovechar los momentos de éxito para reforzar su autoridad.
Desde la Copa América de 2021 hasta la copa del mundo en Qatar, la figura de Tapia fue ascendiendo en el escenario del fútbol sudamericano, hasta convertirse en un actor principal con alcance global.
Sólo en el club Barracas Central, con unos 2.000 socios, se construyó un estadio propio, un logro que muchos consideraron un movimiento estratégico para mostrar fortaleza y respaldo económico, con fondos que, según diversas investigaciones, podrían no ser completamente transparentes.
Este crecimiento del liderazgo de Tapia también se sitúa en un contexto donde la justicia argentina investiga ciertos movimientos financieros vinculados a su gestión y la de su entorno más cercano, incluido Pablo Toviggino, quien ha tenido un rol destacado en la estructura del fútbol local.
Ambos son señalados en investigaciones por posibles manejos discrecionales y prácticas que podrían bordean la corrupción.
El momento decisivo fue desde aquel 18 de diciembre de 2022, cuando la victoria en Qatar le permitió a Tapia extender su control en el fútbol, apoyado por una buena parte de los dirigentes de clubes, que han demostrado una tendencia a no cuestionar su autoridad.
La relación entre el poder político, los intereses económicos y la gestión deportiva en Argentina se ha tornado tan compleja como difícil de desentrañar.
Para entender la dimensión del poder que ha adquirido, basta recordar que en la historia del fútbol argentino, las figuras que han ostentado mayor influencia han sabido mantenerse en la cima en diversos momentos clave.
Desde Julio Humberto Grondona, cuya gestión duró varias décadas hasta su fallecimiento en 2014, hasta los actuales actores que, con estrategias distintas, buscan sostener su liderazgo.
La implicancia económica de estas gestiones es tal que algunos especialistas hablan de una suerte de 'economía paralela' que se ha desarrollado a la sombra de la gestión oficial.
Ante este escenario, aún permanecen abiertas muchas interrogantes sobre el origen de los fondos para la construcción de los estadios, las decisiones tomadas en la gestión y el impacto que podrían tener estas prácticas en la integridad del fútbol.
La justicia continúa con sus investigaciones, y la comunidad futbolística observa con atención cómo evoluciona esta situación en un país donde el balompié no solo es una pasión, sino también un reflejo de las complejidades del poder y las finanzas.
En definitiva, la victoria en Qatar habría sido solo la punta del iceberg de un proceso que continúa revelando las entrañas de una gestión que, tras los logros deportivos, intenta consolidar un poder que, de confirmarse las irregularidades, significaría un duro golpe para la credibilidad del fútbol argentino.