La extenista Anna Kournikova ha vuelto a ser noticia tras ser vista en silla de ruedas, reflejando una vida llena de éxitos y un intenso deseo de proteger a su familia.

Anna Kournikova, la icónica extenista rusa, sigue siendo un nombre familiar a pesar de su retiro del deporte profesional. Nacida en Moscú el 7 de junio de 1981, Kournikova se convirtió en profesional a la corta edad de 14 años, impulsada por el sacrificio de su madre, quien vendió un televisor para poder comprarle una raqueta.

A lo largo de su carrera, Kournikova brilló como la primera mujer rusa que destacó en el circuito de la WTA, allanando el camino para futuras estrellas como Maria Sharapova.

Su trayecto en el tenis estuvo marcado por hitos significativos, alcanzando las semifinales de Wimbledon cuando tenía solo 16 años. En el ranking mundial, llegó a ocupar el octavo puesto a finales del año 2000 y se convirtió en la número 1 del mundo en dobles en 1999, conquistando 16 títulos, incluidos dos Grand Slam en la categoría de dobles junto a Martina Hingis.

Sin embargo, sus logros en la cancha fueron eclipsados por su fama mediática, generando más interés por sus relaciones sentimentales, incluyendo su notable romance con el cantante Enrique Iglesias, que comenzó en 2001.

A pesar de su éxito como tenista, Kournikova enfrentó una dolorosa realidad al final de su carrera debido a una grave lesión en la espalda que la obligó a alejarse de las competencias en 2003, poco antes de cumplir 22 años.

La presión de la fama, unida a su deseo de proteger su vida privada, la llevó a hacerse más reservada, aunque continuó generando ingresos a través de patrocinios y apariciones públicas limitadas.

La maternidad transformó por completo la vida de Kournikova. En 2017, se convirtió en madre de gemelos, Lucy y Nicholas, y más tarde tuvo a su tercer hijo, Mary. Sin embargo, ella optó por mantener a su familia alejada del ojo público, en un intento de proteger a sus hijos de los paparazzi. En una de las pocas entrevistas que ha brindado, expresó su amor por ser madre y su deseo de tener hijos, ya fueran biológicos o adoptivos.

En los últimos años, su vida transcurrió lejos del estruendo mediático. Pasó a vivir en un entorno más resguardado, con una propiedad que cuenta con un muro de cinco metros de altura para garantizar su privacidad. Sin embargo, en una reciente aparición, se la ha visto en silla de ruedas y con una bota ortopédica, lo que ha reabierto el debate acerca de su salud, similar a lo que ocurrió cuando anunció su retirada del tenis.

En anteriores declaraciones, Kournikova había compartido la dificultad que le causaba su condición, mencionando el dolor intenso que experimentaba y cómo afectaba incluso su vida diaria.

A pesar de su reclusión, la figura de Kournikova sigue resonando en la cultura popular, recordándonos no solo su belleza y atractivo, sino también su legado dentro del deporte.

Su historia es un testimonio de cómo la fama puede complicar la vida personal, pero también sirve de inspiración para muchas mujeres jóvenes que aspiran a alcanzarla.