La población de urogallo en la región cantábrica experimenta un ligero aumento, alcanzando los 209 ejemplares en 2024, gracias a esfuerzos de conservación y seguimiento científico.
La población de urogallo en la Cordillera Cantábrica ha sido estimada en 209 ejemplares en 2024, lo que representa un incremento del 8 % respecto a los 191 individuos contados en 2019.
Este avance es resultado de un riguroso trabajo de seguimiento y conservación llevado a cabo por un grupo de expertos y autoridades ambientales, que consideran estos datos como una señal esperanzadora en la lucha por la supervivencia de esta especie en peligro crítico.
El urogallo (Tetrao urogallus), una especie emblemática de los bosques boreales y montañosos de Europa, ha visto disminuir sus poblaciones en las últimas décadas debido a la pérdida de hábitat, la caza furtiva, la depredación por especies invasoras y el cambio climático.
En España, su presencia en la cordillera Cantábrica es la más significativa, abarcando zonas de León y Asturias, y en el pasado, también en otras áreas del norte peninsular.
El reciente censo se realizó mediante técnicas de individualización genética a partir de muestras no invasivas, principalmente excrementos, lo cual ha permitido identificar y contar a los ejemplares sin perturbar su comportamiento natural.
Este método, desarrollado en colaboración con instituciones internacionales como el CIBIO en Portugal y el CSIC en España, ha sido fundamental para obtener datos precisos en especies tan difíciles de censar.
La estimación se llevó a cabo en un período de muestreo entre abril y junio de 2024, cubriendo aproximadamente 17,5 hectáreas en 320 unidades o parcelas distribuidas en las áreas de mayor presencia.
De las muestras analizadas, se lograron genotipar 393 ejemplares, que correspondieron a 106 individuos distintos, permitiendo así calcular una población total estimada de 209 urogallos con un intervalo de confianza del 95 %, que oscila entre 171 y 251 ejemplares.
De estos, el 56 % son machos, lo que indica una ligera recuperación en la proporción de hembras, un aspecto clave para la reproducción y la recuperación de la especie.
La distribución geográfica revela que la mayor parte de la población, aproximadamente el 67 %, se concentra en las comarcas leonesas de Alto Sil, Laciana y Omaña, con dispersión en Ancares y El Bierzo, mientras que el 33 % restante habita en Asturias, en los concejos de Degaña, Cangas de Narcea e Ibias.
La presencia de ejemplares en distintas áreas facilita la planificación de acciones de conservación localizadas y específicas.
Estos resultados, que constituyen la segunda estimación poblacional completa desde que la especie fue declarada en situación crítica en 2018, muestran señales de estabilización e incluso un ligero incremento en los números, lo cual anima a continuar con los esfuerzos de conservación.
Sin embargo, los expertos advierten que todavía estamos lejos de recuperar niveles sostenibles y que el camino por recorrer es largo y complejo.
Desde 2018, diversos programas de recuperación han impulsado medidas como la protección de hábitats, la gestión de especies depredadoras y la cría en cautividad.
La protección de las hembras, principales responsables de la reproducción, es una prioridad, ya que estas asumen la mayor parte de la inversión en crianza y enfrentan tasas de mortalidad natural elevadas.
Las acciones en marcha incluyen también la mejora de hábitats mediante tareas de gestión forestal que favorecen la disponibilidad de recursos tróficos y ofrecen refugio y rutas de movilidad a los urogallos.
En León, por ejemplo, se están destinando más de 2 millones de euros entre 2022 y 2025 para actuar en unas 1.000 hectáreas, con planes de continuidad hasta 2028.
Por otro lado, la cría en cautividad ha avanzado significativamente. Los centros de Valsemana y Sobrescobio, gestionados por las administraciones de Castilla y León y Asturias, respectivamente, han perfeccionado las técnicas de reproducción, alcanzando en 2023 la primera producción de pollos mediante inseminación artificial en España.
En 2024, ya se contaba con 38 ejemplares en los centros, todos genotipados para mantener la diversidad genética.
El objetivo es liberar entre 80 y 100 ejemplares anualmente, una meta que se espera alcanzar en 2026, con la ayuda de protocolos de reproducción que incluyen el análisis genético de los ejemplares y la conservación de semen en bancos de germoplasma.
Estas acciones, en colaboración con instituciones internacionales y centros de investigación, buscan no solo incrementar la población, sino también entender mejor los factores que afectan la supervivencia, como las tasas de depredación, las causas de mortalidad y los patrones de comportamiento.
El compromiso por salvar al urogallo también implica la implicación de la sociedad civil, organizaciones científicas y sectoriales, que aportan su conocimiento y apoyo técnico en la implementación de las estrategias.
La cooperación internacional, especialmente con Francia y Polonia, en programas de reproducción en cautividad y reintroducción, refuerza la esperanza de revertir la situación.
El trabajo conjunto de administraciones, científicos y comunidades locales es fundamental para asegurar un futuro para esta especie icónica. Aunque la situación sigue siendo delicada, los avances de 2024 representan un paso importante en la recuperación de un símbolo de los bosques del norte de España, que necesita de la continuidad de estas acciones para evitar su desaparición definitiva.
La esperanza es que, con esfuerzo sostenido, la población de urogallos pueda consolidarse y expandirse en los próximos años, garantizando su presencia en el paisaje natural de la Cordillera Cantábrica por generaciones futuras.