Un reciente estudio sostiene que la genética juega un papel crucial en la alimentación selectiva de los niños, lo que alivia la presión sobre los padres.

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Un nuevo estudio realizado en el Reino Unido ha desafiado la percepción común de que la crianza es la principal responsable de los hábitos alimentarios selectivos en los niños.

Según los investigadores, los patrones alimentarios 'difíciles' entre los niños son en gran medida el resultado de factores genéticos en lugar de errores en la crianza.

Este hallazgo puede proporcionar un respiro a muchos padres que suelen sentirse culpables o desalentados por la falta de variedad en la dieta de sus hijos.

La investigación, publicada el 19 de septiembre en la revista Journal of Child Psychology & Psychiatry, analizó el comportamiento alimentario de 4.804 pares de gemelos nacidos en el Reino Unido en 2007, abarcando edades desde los 16 meses hasta los 13 años.

A través de una comparación entre gemelos idénticos y fraternos, los autores del estudio descubrieron que, efectivamente, la genética tiene una influencia significativa en lo que se denomina 'frescura alimentaria'. Este rasgo, que se refiere a la tendencia de los niños a restringir su ingesta a un rango limitado de alimentos, varía desde un 60% a los 16 meses hasta un impresionante 84% entre los 3 y 13 años.

"La selectividad alimentaria es un comportamiento común entre los más jóvenes y puede ser una fuente importante de ansiedad para los padres, quienes suelen culparse a sí mismos por la alimentación de sus hijos", mencionó Zeynep Nas, autora principal del estudio y investigadora en University College London.

A pesar de la presión, Nas enfatiza que este comportamiento no es una consecuencia de la crianza, lo que podría ser un alivio para muchos padres que enfrentan la frustración de criar a un niño quisquilloso.

La nutricionista Megan Wallace, de Edmonton, quien no participó en el estudio, añade que aunque la dieta de un niño quisquilloso, que a menudo se basa en carbohidratos, no impacta negativamente en la salud a corto plazo, la experiencia emocional para los padres puede ser bastante difícil.


Las comparaciones con otros padres, ya sea en línea o en persona, pueden llevar a los padres a cuestionar su capacidad de crianza, creando un ciclo incómodo de inseguridades.

El cirujano general de EE. UU., Vivek Murthy, ha señalado que la cultura de la comparación entre padres puede intensificar la presión sobre ellos, lo que a menudo se refleja en el aumento de comportamientos alimentarios problemáticos en los hijos.

Ante esta presión, los padres recurren a consejos contradictorios, desde no permitir comidas separadas hasta ofrecer un bufé de opciones.

Sin embargo, a pesar de la fuerte base genética en la selectividad alimentaria, no significa que aún no haya oportunidades de mejora.

Alison Fildes, coautora del estudio, sugiere que los padres deben seguir fomentando el consumo de una amplia variedad de alimentos, sobre todo en la infancia.

En este proceso, es crucial permitir que los niños exploren la comida a través de los sentidos, algo que muchos niños observan, tocan o incluso juegan.

"Soltar ese enfoque de 'no se juega con la comida' puede tener un impacto positivo en su relación con la alimentación", expresó Wallace.

Además, las pautas de la Sociedad Canadiense de Pediatría para padres incluyen mantener la mesa libre de distracciones, ofrecer al menos un alimento conocido en cada comida y modificar las porciones ofrecidas.

Por lo tanto, aunque la genética juega un papel importante, la intervención adecuada de los padres puede ayudar a facilitar una actividad alimentaria más amplia y saludable.

Este nuevo descubrimiento está destinado a aliviar las tensiones asociadas con la crianza de hijos quisquillosos y resalta la complejidad del comportamiento humano en el desarrollo infantil.