Los avances en neurotecnología plantean serias inquietudes sobre la privacidad de los datos cerebrales. A medida que distintos países impulsan legislaciones para proteger esta información, expertos advierten sobre los riesgos que conlleva su uso.
La rápida evolución de la neurotecnología está abriendo un nuevo campo de preocupaciones sobre la privacidad de los datos.
En este contexto, algunos expertos aseguran que la protección de la información relacionada con el cerebro podría convertirse en la próxima gran frontera en la privacidad.
Este dilema se vuelve aún más apremiante a medida que las empresas tecnológicas y los científicos continúan desarrollando dispositivos que pueden interactuar con el sistema nervioso humano.
Imagina un futuro donde un dispositivo portátil pueda señalar a los anunciantes tu estado de ánimo, como cuando tienes antojo de chocolate, o donde un implante médico destinado a salvarte la vida se utilice en tu contra en un juicio.
Estos son algunos de los escenarios inquietantes que surgen en la conversación sobre la privacidad neural.
Aunque algunos académicos y profesionales del área afirman que estos temores son exagerados y que aún estamos lejos de poder mapear pensamientos y emociones de manera significativa, otros sostienen que es fundamental establecer leyes que protejan los datos cerebrales antes de que sea demasiado tarde.
En América del Norte, California, Colorado y, más recientemente, Minnesota han comenzado a tomar medidas legislativas para asegurar la privacidad de los datos neurales.
En 2021, Chile se convirtió en el primer país en modificar su constitución para incluir la protección de la ‘integridad mental’ y los datos neuronales, marcando un precedente importante en la región.
La Fundación Neurorights, cofundada por el abogado Jared Genser, ha estado impulsando estas iniciativas con la expectativa de que más jurisdicciones sigan el ejemplo.
La neurotecnología comprende tecnologías que interactúan con el cerebro o el sistema nervioso y puede clasificarse en invasiva y no invasiva.
Si bien los dispositivos de consumo, como bandas para la cabeza que monitorizan el estado de relajación, son populares, la innovación más polémica se encuentra en tecnologías invasivas, que incluyen implantes cerebrales para tratar trastornos neurológicos graves.
Con empresas como Neuralink, fundada por Elon Musk, que ahora están probando implantes cerebrales en humanos, la necesidad de regulaciones se vuelve aún más evidente.
En Canadá, los datos neurales están siendo considerados por la Oficina del Comisionado de Privacidad como una forma de información biométrica.
Esto implica que están bajo la protección de la Ley de Protección de la Información Personal y Documentos Electrónicos (PIPEDA). Aunque se están desarrollando directrices para guiar la implementación de estas tecnologías, algunos argumentan que esto podría no ser suficiente.
Judy Illes, directora de Neuroethics Canada, aboga por un enfoque que combine innovación y protección de derechos, insistiendo en que es vital establecer marcos de valores compartidos
y no solo regulaciones estrictas que puedan sofocar el avance técnico.
A pesar del crecimiento en el interés por los 'neuroderechos', existe escepticismo sobre la magnitud de las amenazas que enfrentan los usuarios de tecnología neurológica.
Para muchos, los miedos asociados a los dispositivos de consumo son desproporcionados, y los privilegios inherentes a los datos de comportamiento y a la vigilancia son cuestiones a las que deberíamos prestar más atención.
En última instancia, el avance de la neurotecnología desafía nuestra comprensión del consentimiento y la privacidad.
Es crucial que los legisladores y el público estén atentos a cómo estas tecnologías se integran en la vida cotidiana y se aseguren de que los derechos de los individuos sean respetados, antes de que estos dispositivos se vuelvan omnipresentes.
Se hace evidente que la combinación de avances tecnológicos y la ética de la privacidad cerebral es un tema que continuaremos explorando, y es esencial actuar con rapidez para garantizar la protección adecuada de nuestros pensamientos y emociones.