Un estudio revela la alarmante cantidad de microplásticos en nuestro organismo, evidenciando la necesidad de un cambio en nuestra relación con el plástico.

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La periodista científica Ziya Tong, conocida por su compromiso ambiental, ha detectado microplásticos en su hogar, alimentación y, lo más alarmante, en su propio cuerpo.

Esta revelación proviene de su experiencia mientras realizaba el documental 'Plastic People'. A través de una serie de pruebas, Tong llegó a la inquietante conclusión de que su organismo era un verdadero basurero humano. Al principio, pensaba que su entorno era relativamente puro, dado que utilizaba fibras naturales en su tapicería y evitaba la comida rápida. Sin embargo, al someterse a estudios que analizan la contaminación por microplásticos, se dio cuenta de la gravedad de la situación.

Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico que han invadido prácticamente todos los aspectos de nuestra vida. Según varios estudios recientes, la cantidad de plástico presente en el cuerpo humano es alarmante. Una investigación sobre el cerebro humano encontró que, sorprendentemente, podríamos tener entre cinco y siete gramos de microplástico alojados en nuestro interior.

Para ponerlo en perspectiva, siete gramos son aproximadamente el peso de una cuchara de plástico desechable. Esto es particularmente preocupante considerando que en los Estados Unidos se utilizan aproximadamente 40 mil millones de utensilios de plástico de un solo uso cada año.

Este plástico, una vez desechado, no desaparece; se degrada en piezas más pequeñas y termina en nuestros océanos, suelo y aire.

A medida que nos enfrentamos a la realidad de que respiramos, comemos y bebemos plástico —ya que aproximadamente el 80% del agua del grifo contiene microplásticos— se vuelve evidente que, al contaminar nuestro entorno, también estamos dañando nuestras propias vidas.

El documental de Ziya Tong no solo se enfoca en su experiencia personal, sino que también viaja por el mundo, buscando la opinión de científicos sobre cómo los microplásticos afectan nuestra salud.

En un estudio doble ciego, se descubrió que cada muestra de sangre analizada contenía un promedio de 11 partículas de microplástico en tan solo 2.5 mililitros, lo que equivale a media cucharadita. Teniendo en cuenta que un adulto promedio tiene alrededor de cinco litros de sangre, la cantidad total de plástico en nuestro cuerpo es escalofriante.

La presencia de microplásticos es casi invisible, lo cual hace que resulte difícil identificarlos en nuestra vida diaria. Están presentes en pinturas, suelos, envases de comida, textiles, chicles y muchos otros productos que consumimos sin darnos cuenta de su naturaleza contaminante.

Las iniciativas que se centran únicamente en la prohibición de pajitas de plástico o bolsas de supermercado son demasiado limitadas y no abarcan la magnitud del problema.

Sin embargo, hay luces de esperanza. En el camino para erradicar el uso de plásticos de un solo uso, se están llevando a cabo negociaciones sobre un Tratado Global sobre Plásticos, involucrando a 170 países que buscan establecer un marco legal.

También surgen comunidades en todo el mundo que luchan contra la plasticidad, explorando alternativas y tecnologías innovadoras.

Con este creciente movimiento, hay posibilidades de revertir esta tendencia. La clave es reconocer el problema y actuar en conjunto. A lo largo de la historia, hemos aprendido a resolver problemas graves, como cuando se prohibió el DDT en los años 70 tras comprender sus peligros. Si logramos actuar con determinación para prohibir los plásticos de un solo uso, podemos mitigar los efectos perjudiciales de los microplásticos en nuestro planeta y, crucialmente, en nuestros cuerpos.