En Uaxactún, un grupo de habitantes encuentra un equilibrio entre la explotación sostenible de los recursos forestales y la conservación de la biodiversidad.

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En el corazón de la Reserva de Biosfera Maya, ubicada en Guatemala, se encuentra la comunidad de Uaxactún, donde los habitantes han encontrado una manera de vivir y prosperar en armonía con la naturaleza.

Aquí, la tala de un solo árbol puede proporcionar suficientes recursos para alimentar a una familia durante seis meses. Sin embargo, la economía no es el único factor que se tiene en cuenta.

La comunidad utiliza su entorno natural, que abarca más de 80,000 hectáreas de densa selva tropical, para obtener productos como madera sostenible, hojas de palma para arreglos florales y nueces de árbol, que se consideran superalimentos.

En este contexto, un árbol de caoba puede alcanzar un valor de aproximadamente 21,000 euros, lo que representa una suma considerable en un país donde el ingreso medio anual ronda los 9,000 euros.

El alcalde de Uaxactún, Erwin Maas, un miembro de la comunidad indígena Q'eqchi', expresó su conexión íntima con el bosque al señalar: "Para mí, el bosque es parte de quién soy.

Al adentrarse en la selva, uno se conecta con la naturaleza". Esta relación profunda impulsa a la comunidad a tomar decisiones que no solo gestionan sus recursos actuales, sino que también aseguran la salud del ecosistema para las futuras generaciones.

Mientras las sierras eléctricas resuenan en el aire, la labor de los carpinteros se convierte en una paradoja: aunque están cortando árboles, su intención es proteger el bosque a largo plazo.

Maas y su equipo buscan árboles que puedan caer sin dañar el equilibrio del bosque. Cada vez que identifican un árbol que debe ser sacrificado, también consideran su rol en el ecosistema. Incluso designan ciertos árboles como "sembradores", dejándolos en pie para que continúen produciendo nuevas vidas y actúen como hábitat para diversas especies.

Un hallazgo intrigante durante sus actividades es el encuentro con las guacamayas escarlatas, que escacean en Guatemala, con menos de 200 individuos.

Maas ha aprendido a reconocer la importancia de proteger ciertos árboles no solo por su valor económico, sino porque son vitales para el hábitat de estas aves.

Un pajarito de guacamayo, aún sin el esplendor de su plumaje en desarrollo, se encuentra resguardado en una cavidad del tronco, simbolizando el futuro de esta especie.

A pesar de los esfuerzos de Uaxactún por mantener el equilibrio, no todo está a favor de la conservación. En los bordes del bosque, los cárteles de drogas llevan a cabo prácticas destructivas, como incendiar la hojarasca, intentando despejar tierra para la ganadería ilegal, una forma de blanquear dinero.

Esto resalta la importancia de la gestión local.

A pesar de las presiones externas, la comunidad de Uaxactún sabe que su mejor defensa es vivir y trabajar en su bosque. La creación de parques nacionales no es suficiente, ni siempre efectiva, sin la participación activa de quienes realmente comprenden y dependen de su entorno, como lo hacen estos habitantes.

En conclusión, Uaxactún es un testimonio de cómo el desarrollo sostenible puede cohabitar con la conservación, sirviendo como modelo para otras comunidades alrededor del mundo que luchan por encontrar un equilibrio similar entre economía y ecología.