Un os o grizzly de cinco años fue encontrado muerto en la isla Texada tras una controvertida operación de reubicación, generando debates sobre las políticas de manejo de especies y la comunicación con las comunidades locales en Columbia Británica.

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El oso en cuestión fue avistado por primera vez en la isla el 25 de mayo de 2025. La isla, famosa por su carácter de comunidad sin depredadores y por su entorno relativamente aislado, despertó inquietud debido a la presencia inusual de este animal.

Los residentes estaban divididos: algunos abogaban por coexistir pacíficamente con el oso, mientras que otros solicitaban su #reubicación por seguridad.

El debate sobre cómo manejar animales salvajes en áreas habitadas no es nuevo en Columbia Británica, una provincia con una historia de conflictos entre la expansión humana y la #conservación de especies en peligro.

Desde principios del siglo XX, las autoridades y comunidades indígenas han buscado equilibrar la protección de la fauna con la seguridad local. Sin embargo, en este caso, surgieron controversias por la falta de comunicación y transparencia en las decisiones tomadas.

Según informó Maryse Zeidler, periodista de CBC News, en junio pasado, un plan secreto había sido trazado por varias naciones indígenas de la región, incluyendo a las comunidades shíshálh, Homalco y Tla’amin.

La estrategia consistía en capturar y trasladar al oso a una zona remota, específicamente a la cuenca de Bute Inlet, en territorio Homalco, donde habría podido vivir en libertad y alejado de las poblaciones humanas.

Este plan tenía como objetivo evitar un posible enfrentamiento con los residentes y prevenir daños mayores, considerando que las comunidades, en su mayoría, estaban en contra de la presencia del oso.

La propuesta había sido aprobada por las autoridades provinciales tras varias consultas internas, aunque de manera confidencial, para evitar que su difusión afectara la operación.

Y contaba con la aprobación previa del Gobierno de Columbia Británica

El traslado habría sido realizado utilizando trampas y métodos especializados, y contaba con la aprobación previa del Gobierno de Columbia Británica, que en ese momento afirmó que el animal no era un candidato adecuado para la reubicación debido a que ya había sido trasladado en dos ocasiones anteriores, lo que complicaba su reinserción.

Lamentablemente, la operación fue marcada por un giro dramático. A pesar de las garantías, un reporte anónimo sugirió que el oso había sido baleado y herido de gravedad en la misma isla. Días después, se encontró su cadáver, confirmando así la muerte del animal. La noticia generó una profunda conmoción entre las comunidades indígenas y los residentes, que estaban al tanto del plan de reubicación y esperaban que tuviera un desenlace positivo.

El equipo que gestionaba la operación, conformado por personal de especialistas en vida silvestre y representes de las naciones involucradas, había preparado la logística con días de antelación, incluyendo helicópteros y trampas sofisticadas.

La tragedia ocurrió justo en el último momento, cuando estaban listos para proceder con la operación. La muerte del oso no solo representa una pérdida para la biodiversidad local, sino que también desata un debate sobre las políticas y la comunicación en la gestión de especies amenazadas.

Organizaciones como la Fundación de Osos Grizzly y grupos indígenas exigen una revisión profunda de las políticas actuales y piden mayor transparencia en la toma de decisiones relacionadas con la fauna salvaje.

Además, consideran fundamental fortalecer los canales de comunicación con las comunidades para evitar malentendidos y conflictos futuros.

Este caso también pone en evidencia la necesidad de revisar las normativas y protocolos de manejo de animales problemáticos en zonas habitadas, promoviendo soluciones que prioricen tanto la conservación como la seguridad pública.