Un estudio revela que altos niveles de DDT, un pesticida prohibido hace más de cinco décadas, aún se encuentran en algunos peces en la provincia de Nueva Brunswick, Canadá,indicando una persistencia preocupante en el medio ambiente. Estos hallazgos warning alertan sobre los efectos duraderos de productos químicos históricos en la fauna local.

El uso de DDT en las reforestaciones de Nueva Brunswick, en Canadá, dejó una huella que todavía se puede detectar más de 55 años después de su prohibición.
Este pesticida fue ampliamente utilizado en la década de 1950 y 1960, principalmente para controlar el insecto denominado contra la plaga del escarabajo terciopelo, que afectaba a las coníferas.
Aunque su uso se detuvo en 1968, la evidencia reciente indica que sus residuos persisten en el medio ambiente y, lo más alarmante, en la fauna acuática.
Un estudio llevado a cabo por el Dr. Joshua Kurek, profesor de ciencias ambientales en la Universidad Mount Allison, ha puesto en evidencia que ciertos ejemplares de trucha de río en algunos lagos de la provincia contienen niveles de DDT que superan diez veces los límites recomendados por las directrices ecológicas canadienses.
Este hallazgo subraya la persistencia de un contaminante que, en su momento, fue muy polémico y que una vez se creyó que desaparecería tras la prohibición de su uso.
El DDT (diclorodifeniltricloroetano) fue identificado en los años 1960 como un probable carcinógeno, y su conocimiento se popularizó con la publicación del libro 'Silent Spring' de Rachel Carson, que alertaba sobre los peligros de los pesticidas para la salud humana y el medio ambiente.
La persistencia del DDT en las tierras y aguas de Nueva Brunswick refleja cómo estos compuestos pueden bioacumularse y viajar en la cadena alimentaria durante décadas.
El estudio de Kurek analizó siete lagos en distintas áreas de DDT y comparó los resultados con lagos fuera de las zonas de aplicación, encontrando que, en estos últimos, también hay presencia del químico en niveles detectables aunque menores.
Las muestras mostraron concentraciones aproximadamente de 140 nanogramos por gramo de tejido de trucha, en contraste con el límite ecológico definido en 14 nanogramos por gramo.
La forma en que el DDT se mantiene en los ecosistemas acuáticos está relacionada con su alta lipofilia, lo que significa que se acumula en la grasa de los animales.
Los insectos que viven en el lodo del fondo de los lagos ingieren sedimentación contaminada, formando parte de la dieta de la trucha, que a su vez es alimento de aves como los somorgujos, mamíferos como nutrias y, en última instancia, de los seres humanos.
Este fenómeno de bioacumulación y biomagnificación implica que los organismos situados en niveles más altos de la cadena alimentaria pueden presentar concentraciones mucho mayores de DDT en sus tejidos.
Kurek advierte que esto plantea riesgos tanto para la fauna silvestre como para la salud humana, particularmente en comunidades que consumen regularmente peces de estas zonas.
Aliados con la ciencia, las autoridades sanitarias de Nueva Brunswick establecen límites para el consumo de pescado con fines recreativos o alimenticios.
Según las directrices vigentes, los residentes mayores de 12 años pueden consumir hasta ocho raciones mensuales de truchas cortas, de menos de 25 centímetros, mientras que las mujeres embarazadas, lactantes y menores de 12 años deben limitar su ingesta a una ración mensual.
Para ejemplares mayores a 25 centímetros, se recomienda un máximo de cuatro raciones por mes.
Desde una perspectiva histórica, es importante recordar que las campañas de fumigación con DDT y otros pesticidas en Nueva Brunswick fueron una respuesta a los problemas de plagas forestales, sin prever las consecuencias de largo plazo.
La evidencia actual demuestra que estos residuos permanecen en el suelo, agua y organismos, en algunos casos en niveles que podrían representar riesgos para la salud.
La investigación también señala que el DDT puede ser transportado atmosféricamente y a través del agua, extendiendo su alcance aún en áreas donde no se aplicó directamente en su momento.
Esto sugiere que la historia del pesticida continúa influenciando el ecosistema, planteando desafíos para la conservación y la gestión ambiental.
Investigaciones futuras buscarán ampliar el muestreo en otros lagos y ecosistemas para entender mejor cómo el DDT entra en el ambiente desde las áreas forestales y cuánto tiempo puede seguir persistiendo en distintas condiciones.
La preocupación de los científicos radica en que, si estas sustancias no se eliminan, pueden afectar la biodiversidad y la salud de futuras generaciones.
Este hallazgo refuerza la importancia de una gestión ambiental rigurosa y de estrategia preventiva en el uso de productos químicos en actividades agrícolas y forestales, para evitar que tragedias ambientales del pasado vuelvan a repetirse.
La historia del DDT en Nueva Brunswick es un ejemplo de cómo decisiones humanas pueden tener efectos duraderos en el medio ambiente, que aún hoy, décadas después, nos llaman a la reflexión y acción responsable.