A pesar de contar con tecnologías eficaces para reducirlas, las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero, permanecen en niveles elevados en todo el mundo, afectando el clima global. Canadá lidera las políticas en este ámbito, pero otros países no avanzan con la misma rapidez.

Imagen relacionada de las emisiones mundiales de metano siguen altas a pesar de soluciones disponibles

Las emisiones de metano, uno de los gases de efecto invernadero más peligrosos y con gran potencial de calentamiento global, continúan en niveles alarmantes en todo el planeta, a pesar de que existen soluciones tecnológicas para reducirlas significativamente.

Según un informe anual de la Agencia Internacional de Energía (AIE), las emisiones de metano derivadas de la extracción y producción de combustibles fósiles se mantienen alrededor de 120 millones de toneladas métricas al año, cifra que se ha mantenido constante desde 2019 y que corresponde a aproximadamente 26.460 millones de libras, o unos 12.000 millones de kilogramos. La persistencia de estas emisiones es preocupante, porque el metano es hasta 80 veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de atrapar calor en la atmósfera, aunque su vida media es de aproximadamente una década.

El aumento de las concentraciones atmosféricas de metano se ha duplicado en los últimos dos siglos, en gran parte debido a actividades humanas como la agricultura, la extracción de petróleo y gas, y la producción industrial.

Solo en la última década, se ha visto un incremento constante que ha reducido la efectividad de los esfuerzos internacionales por frenar su emisión.

Además, la cantidad real de metano que escapa al aire es al menos un 80% mayor que los registros oficiales, debido a la dificultad de detectar fugas en infraestructuras como oleoductos, plantas de procesamiento y tanques de almacenamiento, ya que el gas es incoloro e inodoro.

Diversas tecnologías están disponibles para mitigar estas fugas. La mayoría de ellas consiste en detectar y tapar rápidamente las fugas en las instalaciones energéticas mediante sistemas de inspección y mantenimiento preventivo.

La instalación de dispositivos para sellar válvulas, tuberías y tanques puede reducir hasta un 70% las emisiones de metano en estos sectores. Sin embargo, aún hay un gran trecho por recorrer, ya que solo el 5% de la producción mundial de petróleo y gas cumple con las normas de emisiones netas de metano cero.

Países como Canadá destacan en la implementación de regulaciones estrictas y metas ambiciosas. De acuerdo con expertos, Canadá puede considerarse una referencia global en políticas para reducir las emisiones de metano en la industria de petróleo y gas.

Actualmente, el país plantea disminuir en un 75% sus emisiones de metano para 2030 respecto a los niveles de 2012, una meta más ambiciosa que el Pacto Global sobre Metano, que incluye propuestas para reducir las emisiones un 30% para 2030 en países como EE.

UU., la Unión Europea, China, India y Rusia.

La importancia de avanzar en estas reducciones radica en el impacto que tendrían sobre el clima global. Un estudio de la AIE estima que, si todos los países intensificaran sus esfuerzos para minimizar las fugas, se podría disminuir en 0,1°C el aumento de temperatura global proyectado para 2050.

Aunque parezca una cifra pequeña, en realidad equivale a eliminar todas las emisiones de carbono de la industria pesada a nivel mundial, como la siderurgia, la química y la producción de acero.

El monitoreo y la detección de fugas ha mejorado en los últimos años, especialmente gracias a la implementación de satélites especializados en rastreo de gases.

El satélite MethaneSAT, lanzado en 2024, permite detectar con precisión las fugas de metano en todo el mundo, ayudando a las autoridades y empresas a identificar rápidamente los puntos críticos y corregirlos.

Datos satelitales, además de sensores en tierra, han transformado la forma en que se estima la verdadera magnitud de las emisiones y facilitarán un seguimiento más riguroso de las metas internacionales.

Por otro lado, la falta de compromiso firme por parte de algunos países, especialmente aquellos con altas emisiones como Rusia o China, complica la lucha global contra el metano.

La Administración del expresidente Donald Trump en EE. UU. reconsideró regulaciones y acciones en este sentido, lo que genera incertidumbre en los esfuerzos internacionales. Sin embargo, naciones como Canadá, que cuenta con regulaciones estrictas y metas concretas, demuestran que invertir en tecnologías de detección y en modernas políticas medioambientales puede ofrecer beneficios económicos y ambientales.

Además, reducir las fugas de metano en la industria energética no solo ayuda a mitigar el cambio climático, sino que también representa una oportunidad para aumentar la disponibilidad de gas natural, lo cual puede reforzar la seguridad energética mundial.

La Agencia Internacional de Energía calcula que, con un aumento en la eficiencia en detección y control, podrían recuperarse hasta 100 mil millones de metros cúbicos de gas natural al año, cantidad equivalente a las exportaciones totales de gas de Canadá, uno de los principales proveedores mundiales.

En definitiva, avanzar en la reducción de emisiones de metano constituye una estrategia clave para limitar el calentamiento global. La tecnología está lista para ser desplegada a escala global, siempre que los países prioricen estas acciones en sus agendas climáticas y energéticas.

Solo con esfuerzos coordinados y la implementación de normativas estrictas, el mundo podrá avanzar hacia un futuro más sostenible y menos vulnerable a los efectos del cambio climático.