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Londres: Tal vez lo único que debería sorprendernos es que haya tardado tanto.

El supuesto fallecimiento de Yevgeny Prigozhin, el líder mercenario que desafió la autoridad de Vladimir Putin durante un levantamiento fugaz en Rusia en junio, fue impactante pero no sorprendente.

Los leales podrían verlo como una especie de justicia poética, pero es otro recordatorio de la venganza al estilo Putin y del estado mafioso de matones que dirige.

No debemos derramar ni una lágrima por Prigozhin y nunca debemos olvidar cómo trata Putin a aquellos que le suponen una amenaza.

Envenenamientos, detenciones, torturas, desapariciones, caídas desde ventanas y ahora, probablemente, un avión derribado.

Putin, un exagente del KGB, ha mantenido que lo único que no puede perdonar es la traición.

Videos compartidos en canales de redes sociales conocidos por estar cerca de los servicios de seguridad rusos mostraron imágenes gráficas de un sitio de accidente en la región de Tver, al noroeste de Moscú, cerca del pueblo de Kuzhenkino.

Las imágenes parecían mostrar a los servicios de emergencia acercándose a los restos en llamas de un avión.

Las autoridades informaron que se han recuperado ocho cuerpos del lugar.

Pocos creerán que esto haya sido realmente un accidente.

Desde que Prigozhin lideró un ejército de mercenarios descontentos en Moscú, los observadores del Kremlin se preguntaban por qué diablos Putin había permitido que su antiguo proveedor de catering siguiera vivo y en libertad.

El fundador de Wagner fue durante muchos años el hombre en el que Putin podía confiar, proporcionando desde soluciones de catering masivo hasta una granja de trolls para influir en las elecciones estadounidenses de 2016, y una unidad mercenaria fuera de libro para guerras negables en Ucrania, Siria y Libia.

Yevgeny Prigozhin (izquierda) sirve comida al entonces primer ministro ruso, Vladimir Putin, en 2011. Crédito: AP