A medida que se aproxima el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, el panorama sigue siendo sombrío para el país, que enfrenta enormes desafíos en su lucha contra la agresión.
En febrero de 2022, cuando los tanques rusos comenzaron su ofensiva en Ucrania, muchos anticiparon que la capital, Kiev, caería rápidamente y que el país no resistiría ante un enemigo mucho más poderoso.
Sin embargo, esa narrativa se desmoronó rápidamente, ya que el ejército ucraniano demostró su capacidad para frenar el avance de las fuerzas rusas.
Aunque no lograron expulsarlas por completo, el apoyo occidental les permitió sostener su defensa, evitando así una derrota inminente.
Casi tres años después de ese inicio devastador, la situación en Ucrania es nuevamente sombría.
Rusia continúa gastando enormes recursos en armamento y vidas humanas para obtener pequeñas pero constantes ganancias territoriales en cerca de una quinta parte del territorio ucraniano que ya controla.
La lucha de Ucrania ahora se centra en minimizar las pérdidas, mantener la moral de su pueblo y convencer a sus aliados de que, con más ayuda militar, podrían cambiar el rumbo del conflicto.
La guerra ha tenido un impacto devastador en la población ucraniana.
Miles de ciudadanos han perdido la vida, más de seis millones se han visto obligados a huir al extranjero y la población del país ha disminuido en un 25% desde que el líder del Kremlin, Vladimir Putin, ordenó la invasión terrestre, marítima y aérea que dio inicio al conflicto más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Las pérdidas militares han sido catastróficas, aunque siguen siendo secretos celosamente guardados.
Las estimaciones occidentales, basadas en informes de inteligencia, varían ampliamente, pero la mayoría coinciden en que centenares de miles han muerto o resultado heridos en ambos bandos.
Esta tragedia ha llegado a cada rincón de Ucrania, con funerales militares que se han vuelto comunes en las principales ciudades y aldeas remotas.
La gente vive agotada por noches sin dormir, aterrorizada por las sirenas de ataque aéreo y la angustia constante.
Con la guerra de desgaste acercándose a su milésimo día el 20 de noviembre, ambos lados parecen reacios a sentarse a negociar.
Recientemente, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que podría poner fin al conflicto rápidamente, aunque no está claro cómo piensan lograrlo o de qué manera podría influir en la situación.
Este contexto parece estar guiando la estrategia de Rusia en el este de Ucrania, según lo indica Phillips O’Brien, profesor de estudios estratégicos en la Universidad de St Andrews en Escocia.
Trump podría intentar forzar el fin de la guerra interrumpiendo el suministro de armas a Ucrania, lo que podría cambiar drásticamente el equilibrio del conflicto.
A medida que se acercan las fechas cruciales y se agravan los desafíos, el futuro de Ucrania y su capacidad para resistir la agresión rusa se mantiene incierto.