Los recientes ataques de los rebeldes sirios en Aleppo e Idlib ponen en jaque al régimen de Bashar al-Assad y cuestionan el respaldo de Rusia e Irán.

En un giro inesperado de los acontecimientos, los rebeldes sirios han lanzado un asalto sorprendente contra las posiciones del régimen de Bashar al-Assad en las ciudades de Aleppo e Idlib.

Este movimiento marca un cambio significativo en la dinámica del conflicto en el norte de Siria, destruyendo casi cinco años de estancamiento que fueron achacados en gran parte a la intervención militar de Rusia en 2015. En aquel entonces, Moscú había iniciado su campaña más grande fuera de sus fronteras desde la Guerra Fría, utilizando una extensa campaña aérea para rescatar al gobierno de Assad cuando enfrentaba una presión creciente por parte de los rebeldes.

La intervención rusa resultó crucial para el régimen, permitiendo la recaptura de Aleppo, la ciudad más grande de Siria, y estableciendo una frágil estabilidad que parecía haberse afianzado.

Sin embargo, la reciente ofensiva rebelde ha desatado un nuevo ciclo de caos y provoca dudas sobre la capacidad del régimen de Assad y la efectividad de sus aliados, Rusia e Irán, en esta nueva fase del conflicto.

La situación actual es extremadamente delicada.

La incapacidad de Rusia para volver a involucrarse decisivamente en la crisis siria se debe, en parte, a su ocupación en Ucrania, donde la ofensiva respaldada por Estados Unidos ha otorgado a Kyiv la confianza para realizar ataques dentro del territorio ruso.

Por otro lado, Irán enfrenta una campaña constante de Israel que ha debilitado su influencia en la región y ha complicado aún más su apoyo hacia Assad.

Los retos que enfrenta el régimen de Assad son sin precedentes.

La economía del país ha colapsado de manera crítica y ha aumentado la fragmentación interna, lo que ha provocado el surgimiento de milicias que operan sin control.

Esta debilidad del régimen contrasta fuertemente con la situación de los rebeldes, que parecen más cohesivos y organizados.

Bajo el liderazgo de Hayat Tahrir al-Sham, un grupo que anteriormente estaba vinculado a al-Qaeda pero que ha distanciado su imagen y estructura, los rebeldes se han convertido en una potente máquina militar, lo que les permite resistir en el tiempo.

Esto representa un irónico giro en la narrativa del conflicto, dado que el régimen de Assad, que una vez descalificó a los rebeldes como insurgentes desorganizados, ahora se presenta como un ente fragmentado y caótico, incapaz de recuperar el control total de su territorio.

La actual crisis del régimen de Assad evoca los días más oscuros de la guerra civil siria, pero con una marcada diferencia: hoy se observa un régimen debilitado, con aliados que parecen incapacitados para ofrecer el tipo de asistencia que solían brindar.

A medida que la lucha se intensifica, las consecuencias de esta situación serán fundamentales tanto para el futuro de Siria como para la estabilidad geopolítica de la región.