El Medio Oriente, una región rica en petróleo pero conflictiva, se encuentra en transición de sus antiguas condiciones volátiles a una nueva postura impredecible. Si la transición no es gestionada de manera responsable por los actores regionales y las potencias mundiales, en particular Estados Unidos, existe el riesgo de que las viejas y nuevas líneas de conflicto se mezclen y profundicen el paradigma de volatilidad de la región. La guerra continua en Gaza se ha convertido en un catalizador importante en este proceso, desencadenada por los ataques del 7 de octubre de Hamas a Israel y ampliada por la devastadora invasión de Gaza por parte de Israel. En consecuencia, la guerra ha llevado a Israel y Estados Unidos a una potencial confrontación directa con su adversario de larga data, la República Islámica de Irán, y sus afiliados en la región. Las principales potencias mundiales, en particular Estados Unidos, son necesarias para lograr la paz en Medio Oriente.
El Medio Oriente, una región rica en petróleo pero conflictiva, se encuentra en transición de sus antiguas condiciones volátiles a una nueva postura impredecible.
Si la transición no es gestionada de manera responsable por los actores regionales y las potencias mundiales, en particular Estados Unidos, existe el riesgo de que las viejas y nuevas líneas de conflicto se mezclen y profundicen el paradigma de volatilidad de la región.
La guerra continua en Gaza se ha convertido en un catalizador importante en este proceso, desencadenada por los ataques del 7 de octubre de Hamas a Israel y ampliada por la devastadora invasión de Gaza por parte de Israel.
En consecuencia, la guerra ha llevado a Israel y Estados Unidos a una potencial confrontación directa con su adversario de larga data, la República Islámica de Irán, y sus afiliados en la región.
Las principales potencias mundiales, en particular Estados Unidos, son necesarias para lograr la paz en Medio Oriente.
Ambas partes han proyectado públicamente desinterés en una expansión del conflicto en Gaza, pero ninguna quiere perder la guerra, aunque esto conlleve el riesgo de una confrontación regional, por lo que han participado en un intercambio militar de represalias más allá de Gaza para alcanzar sus objetivos.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien enfrenta cargos legales por fraude, ha mostrado una firme determinación no solo de aplastar la Franja de Gaza a costa de una carnicería sin precedentes en Medio Oriente, sino también de intensificar el control sobre Cisjordania ocupada.
También ha demostrado un fuerte deseo de extinguir cualquier amenaza del grupo militante libanés respaldado por Irán, Hezbollah, el régimen sirio y las milicias chiítas en Siria e Irak.
Estas fuerzas, junto con los hutíes en Yemen, forman el "Eje de resistencia", o lo que Israel y su principal apoyo internacional, Estados Unidos, llaman un "eje del mal" que apoya la causa palestina.
La administración del presidente Joe Biden comparte esta perspectiva y hasta la fecha no ha ejercido suficiente presión sobre Israel para que acuerde un alto al fuego y así evitar que el conflicto se propague.
En las últimas semanas, Israel ha llevado a cabo acciones que incluyen el asesinato del sublíder de Hamas y un comandante superior de Hezbollah en Beirut, así como de un general iraní en Damasco.
Estos asesinatos selectivos han dejado claro que Jerusalén busca una ampliación del conflicto para involucrar a Irán, una "amenaza existencial" para Israel, en una confrontación en la cual Estados Unidos apoya plenamente a Israel.
Por su parte, Irán ha dependido en gran medida de sus afiliados para proteger sus intereses.
Hezbollah y los hutíes, así como otros grupos aliados, han apoyado activamente a Hamas y la causa palestina.
Teherán ha especulado con la idea de que Israel agotará sus recursos en Gaza y disminuirá su posición internacional, al igual que Estados Unidos, dada la resistencia de Hamas y la carnicería en Gaza.
Mientras tanto, Teherán se ha preparado para cualquier posible expansión del conflicto en un momento en que su posición regional es relativamente fuerte, junto con la fortaleza de su red regional de afiliados y las estrechas relaciones con Rusia y China.
Sería impensable imaginar que Teherán no coordina con Moscú y Pekín al calcular su estrategia regional.
En caso de que se produzca un enfrentamiento directo con Israel o Estados Unidos, o ambos, se espera que Teherán cuente con el apoyo diplomático y material de estos adversarios globales de Estados Unidos.
Este es un problema que el liderazgo de Biden no puede permitirse ignorar cuando considera sus opciones de tiempo y apoyo que puede brindarle a Israel.