A pesar del entusiasmo creciente en la base demócrata por Kamala Harris, la carrera presidencial sigue siendo competitiva y requiere más que apoyo interno para asegurar el triunfo.

En el seno del Partido Demócrata, el entusiasmo por Kamala Harris está en aumento.

Sin embargo, para entender de manera objetiva el panorama de las elecciones presidenciales en EE.UU., es necesario esclarecer tres ilusiones ampliamente compartidas que afectan la percepción actual.

La primera idea errónea es que la postulación de Harris como candidata demócrata ha revolucionado realmente la competencia electoral.

Muchos partidarios del partido se encontraban desilusionados con Joe Biden, y la llegada de Harris ha generado un aire de optimismo.

Reportes indican que miles de voluntarios se han movilizado y que se han recaudado cientos de millones de euros en donaciones para su campaña.

Este fervor es un impulso poderoso para la campaña demócrata.

Sin embargo, aunque es esencial para el funcionamiento efectivo de un equipo de campaña, este entusiasmo por sí solo no garantiza el éxito.

Hasta el momento, la campaña de Harris aún no ha tomado forma concreta, y lo más preocupante es que esta emoción no ha logrado trascender más allá de los límites de la base partidaria.

La ex fiscal general de California necesita no solo el apoyo interno, sino también el respaldo del centro.

Las encuestas actuales muestran que la carrera se ha acercado, sí, pero esta reducción está dentro del margen de error.

Donald Trump sigue liderando con una ventaja mínima.

Según el promedio de encuestas del Cook Political Report, un referente no partidista, Trump se encuentra por delante de Biden por 2,7 puntos porcentuales a nivel nacional.

En la actualidad, Trump lidera sobre Harris por 1,3 puntos.

En los cruciales estados oscilantes, Trump tiene una ventaja, aunque no es insuperable.

La evaluación más realista basada en la evidencia acumulada hasta este momento es que las elecciones están muy parecidas y, con tres meses por delante hasta el día de la elección, el resultado podría inclinarse hacia cualquier dirección.

A pesar del gran revuelo que ha generado la repentina popularidad de Harris, algunos analistas políticos advierten que el Partido Demócrata está sufriendo de una especie de “euforia irracional”. David Axelrod, un reconocido estratega demócrata, ha enfatizado que está claro que, aunque la energía de la base es importante, no es suficiente para garantizar una victoria.

Históricamente, ha habido ejemplos en los que el apoyo de la base no se tradujo en una victoria.

Las elecciones de 2016 son un recordatorio de que, sin el apoyo del centro y de votantes indecisos, incluso una gran movilización interna puede no ser suficiente.

Para Harris, el desafío será ampliar su atractivo más allá de la base para poder alterar la trayectoria de la competencia presidencial, especialmente frente a un contrincante como Donald Trump.

Así, la inminente contienda presidencial promete ser un campo de batalla complicado, donde los demócratas necesitarán consolidar su fuerza no solo en las urnas, sino también en una estrategia que sume a más votantes a su causa.