Fumio Kishida concluye un mandato de tres años afectado por escándalos políticos y falta de apoyo popular, se preparan cambios en la administración japonesa.

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Tokio: El Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, anunció que renunciará en septiembre, marcando el final de un mandato de tres años que ha estado seguido de escándalos políticos y una notable disminución en su apoyo popular.

En una rueda de prensa televisada, Kishida declaró: “Haré todo lo posible como primer ministro hasta el final de mi mandato en septiembre”, confirmando así su decisión de no buscar la reelección como líder del Partido Liberal Democrático (PLD).

La salida de Kishida provocará una contienda para elegir a su sucesor como líder del PLD y, por ende, como jefe de la cuarta economía más grande del mundo.

Durante su gestión, el primer ministro enfrentó un notable desgaste en su imagen pública.

Esto se debe principalmente a las revelaciones sobre las conexiones del PLD con la controvertida Iglesia de la Unificación, así como a recientes donaciones políticas no registradas en fiestas de recaudación de fondos del partido.

Esta serie de escándalos ha llevado a que su apoyo popular caiga por debajo del 20 por ciento, lo que genera críticas sobre su habilidad para continuar en el cargo.

Michael Cucek, profesor especializado en política japonesa en la Universidad de Temple en Tokio, comentó: “Ha sido un hombre muerto caminando durante bastante tiempo.

No había forma de sumar los números para que pudiera ser reelegido”.

El sucesor que el PLD elija se enfrentará a importantes desafíos; deberá unir a un grupo gobernante dividido y abordar el aumento previsto de los costos de vida, las tensiones geopolíticas crecientes con China y la posible reelección de Donald Trump como presidente de EE. UU. el próximo año.


Kishida, quien ocupa el octavo puesto entre los líderes de Japón que más tiempo han servido desde la guerra, guió al país hacia la recuperación post-COVID con un aumento en el gasto estímulo.

Sin embargo, su administración tuvo que enfrentar críticas significativas tras nombrar a Kazuo Ueda, académico encargado de terminar con la radical política monetaria de su predecesor, como nuevo gobernador del Banco de Japón (BOJ).

En julio, el BOJ sorprendió a los mercados al aumentar inesperadamente las tasas de interés, lo que contribuyó a una inestabilidad en la bolsa de valores y a una drástica caída del yen, lo que ha incrementado la preocupación entre los ciudadanos sobre el impacto de la inflación en su poder adquisitivo.

La renuncia de Kishida también refleja un cambio en la política japonesa hacia la necesidad de un liderazgo capaz de resolver las crisis económicas y sociales que enfrenta el país.

La economía japonesa ha estado lidiando con la inflación y los altos costos de vida, lo que requiere un enfoque fresco y estrategias innovadoras para revitalizar la confianza pública y la estabilidad económica.

En resumen, la inminente renuncia de Fumio Kishida abre un nuevo capítulo en la política japonesa, donde se esperan cambios significativos y desafíos que requerirán un enfoque decisivo y eficaz por parte de su sucesor.