Un análisis de la reciente escalada del conflicto entre Irán e Israel que podría llevar a una guerra a gran escala en el Medio Oriente.

Recientes informes han revelado que el ataque con misiles balísticos de Irán contra Israel fue llevado a cabo por la fuerza aérea de la Guardia Revolucionaria y no por las fuerzas armadas regulares de Irán.

Fuentes israelíes han indicado que el presidente iraní, Masoud Pezeshkian, no fue informado del ataque hasta momentos antes de que se ejecutara, lo cual sugiere una división interna en el régimen iraní que podría agravar aún más las fracturas en su gobierno.

La destacada capacidad de Israel para anticipar el ataque y mencionar la hora exacta de este, así como el hecho de que fue una operación de la Guardia Revolucionaria, pone de manifiesto cuánto se ha infiltrado el Mossad, el comando cibernético de Israel y la Unidad 8200 (inteligencia de defensa) en el régimen iraní. Estos acontecimientos han llevado a una creciente desconfianza entre los líderes iraníes, evidenciando que nadie dentro del régimen puede confiar plenamente en otro.

En medio de esta tensa situación, se han convocado manifestaciones en Teherán donde los participantes ondean banderas iraníes y expresan su satisfacción por los ataques contra sitios israelíes, como Tel Aviv.

Las autoridades israelíes han expresado su preocupación sobre los objetivos del ataque, que incluyeron áreas estratégicas como la sede del Mossad cerca de Tel Aviv, así como las bases aéreas de Nevatim y Khatzirim, ubicadas en el desierto del Negev, al sur de Israel.

Se teme que cualquier ataque a la sede del Mossad, situada en un suburbio densamente poblado de Ramat Hasharon, pueda tener consecuencias devastadoras para la población civil.

La situación es delicada, ya que se cree que un conflicto armado de tal magnitud podría arrastrar a Estados Unidos al lado de Israel.

La posibilidad de una guerra a gran escala entre Irán e Israel podría llevar a un esfuerzo conjunto para desmantelar el programa nuclear iraní. Esta evaluación se basa en conversaciones con diversas fuentes de inteligencia israelíes que insisten en que, a pesar de las tensiones, no buscan una guerra de misiles balísticos a gran escala.

Israel podría verse obligado a responder a las provocaciones iraníes, pero lo hace con la esperanza de evitar un conflicto generalizado.

Las preocupaciones sobre la infraestructura israelí son significativas; un ataque masivo de misiles podría destruir profundamente la misma, a menos que cada proyectil sea interceptado de manera efectiva.

Históricamente, Irán e Israel han mantenido una relación de tensión desde la Revolución Islámica de 1979, con intercambios de acusaciones y ataques que han escalado con el tiempo.

El uso de misiles en este último ataque subraya una nueva fase en esta confrontación, que, si no se maneja con cuidado, podría resultar en una escalada irreparable en la región.

En momentos como estos, la comunidad internacional observa de cerca, reconociendo que el equilibrio de poder en Oriente Medio podría estar en juego.