Un análisis sobre el impacto del retiro estadounidense en el orden mundial y la reactivación de potencias como China y Rusia.

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Recientemente, el presidente francés Emmanuel Macron hizo comentarios significativos en un discurso, sugiriendo que el mundo está dividido entre herbívoros y carnívoros, afirmando que Europa representa a los primeros, mientras que las potencias adversas se comportan como depredadores.

En décadas pasadas, la mayoría de las naciones occidentales disfrutaron de una paz relativa, confiando en el poder militar de Estados Unidos como su principal garante de seguridad.

Esta situación permitió que países como Alemania y Japón adoptaran posturas pacifistas, disolviendo sus capacidades ofensivas y siendo categorizados como estados 'postmodernos'. Los términos de referencia sobre este fenómeno fueron acuñados por el diplomático británico Robert Cooper, quien ubicó a Nueva Zelanda en un estatus similar, confiando en la protección australiana.

Bajo el amparo de la preeminencia militar estadounidense, las naciones de Occidente se sintieron lo suficientemente seguras como para desmilitarizar sus fuerzas armadas y afrontar los conflictos internacionales desde una perspectiva pacifista.

Esto se sustentaba en la creencia de que una guerra abierta entre grandes potencias era cosa del pasado.

El famoso aforismo de George Orwell resuena: 'Las personas duermen pacíficamente en sus camas por la noche solo porque hombres rudos están listos para actuar en su nombre'. Esta premisa definió a Estados Unidos como el 'hombre rudo' de Occidente.

Sin embargo, esta era de comodidad ha llegado a su fin.

Los adversarios de la alianza occidental han sentido un nuevo impulso, y esta ventana de oportunidad se ha visto acentuada tras los acontecimientos de los últimos años.


En 2013, cuando el presidente Barack Obama decidió no actuar ante el uso de armas químicas por parte del régimen de Bashar al-Assad en Siria, se produjo un cambio notable en la dinámica de poder.

Esta inacción se interpretó como un signo de debilidad y provocó que Rusia, al año siguiente, anexara Crimea sin ninguna repercusión significativa, abriendo así la puerta a la invasión a gran escala de Ucrania.

Simultáneamente, China comenzó a expansionarse territorialmente, un movimiento gradual que ha sido comparado con el famoso 'salami-slicing', y que ha llevado a un considerable aumento militar desde la Segunda Guerra Mundial.

Además, Corea del Norte reavivó sus aspiraciones de conquistar Seúl, mientras que Irán continuó armando a sus proxies contra Israel, lo que complica aún más la situación.

Estos cuatro actores —China, Rusia, Irán y Corea del Norte— han sido agrupados bajo un nuevo acrónimo: CRINKs, con el que se hace referencia a un nuevo eje del mal, según algunos analistas.

En este contexto, el paradigma de la seguridad global continua evolucionando de manera drástica, y las estrategias de defensa deben adaptarse a una realidad donde el equilibrio de poder ya no es lo que solía ser, evidenciando que las antiguas certezas han sido puestas en duda.

La comunidad internacional se enfrenta a un mundo en el que las antiguas reglas han cambiado y se hace imperativa una reevaluación de las políticas de seguridad y defensa dentro de un marco geopolítico en constante transformación.