La guerra en Gaza ha entrado en su cuarta semana y la situación es desesperada

Los tanques avanzan por la calle Salaheddine en Gaza mientras escribo esto.

Mi padre, de 80 años, no muestra preocupación.

'Guarda tus fuerzas', me aconseja.

'Ya sabes lo larga que es esta historia... ni siquiera estamos a la mitad todavía'. Mi padre comienza a recordar sus memorias cuando Israel entró en Gaza en 1956, y nuevamente en 1967. Pero antes de que pueda dar su punto de vista, mi madre interrumpe impacientemente.

'¿Cuál es el punto de todo esto? ¿Cuál es el punto de resistir o protestar?' Los palestinos abandonan sus hogares después de los bombardeos israelíes en Gaza.

Le pregunto a mi padre: '¿Cuántas personas en Melbourne protestaron por la masacre de Sabra y Shatila?' Él vuelve a recordar la carnicería que duró 43 horas, cuando las milicias cristianas, en coordinación con el ejército israelí, mataron a unos 3000 refugiados palestinos desarmados.

La ONU lo declaró un acto de genocidio.

Hasta el día de hoy, ningún israelí o combatiente libanés ha sido llevado ante la justicia por la comunidad internacional.

'Hubo 500', responde mi padre, recordando las cifras de las protestas posteriores.

Él fue uno de los organizadores.

Le digo a mamá, esperando levantar su estado de ánimo: 'Esta vez tuvimos decenas de miles.

Ves, la gente está prestando atención'.

Pero en árabe, tenemos una frase que ella usa con precisión: 'Estás echando azúcar sobre la muerte'.

La guerra en Gaza ha entrado en su cuarta semana.

Nuestros familiares están dispersos por todo el sur.

Algunos nunca abandonaron el norte.

Algunos duermen en camas, otros en colchones en el suelo, algunos en una peluquería en sillas de barbero.

Todos han tenido escapes cerca de ellos.

Todos han perdido amigos y vecinos, a veces familias enteras asesinadas juntas en sus hogares.

Nos cuentan, cuando podemos comunicarnos con ellos, que es un milagro que aún sigan respirando.

También tienen miedo del aire.

¿Qué están respirando? El hedor de los cadáveres amontonados que no pueden ser rescatados de los escombros, las densas nubes de polvo y las blancas ráfagas de municiones de fósforo.

Los niños están cansados.

Muchos se orinan en la cama, temblando, sin hablar mucho.

En estado de shock.

No tienen acceso a ayuda médica.

Todos temen la inanición y la deshidratación.

Gaza es tan pequeña y la intensidad de los bombardeos de Israel es tan grande que es imposible para cualquier persona en este enclave evitar sus efectos.

El New York Times lo califica como una de las campañas de bombardeo más intensas del siglo XXI, con Israel lanzando 6000 bombas solo en los primeros seis días, y miles desde entonces.