La elección de la Freedom Party en Austria marca un riesgo alarmante para los valores democráticos en Europa.

La reciente elección en Austria ha revelado un preocupante ascenso de las fuerzas populistas de extrema derecha, simbolizado por la notable victoria del Partido de la Libertad de Austria (FPO). Bajo el liderazgo de Herbert Kickl, un político conocido por sus opiniones pro-Rusia y escépticas respecto a la Unión Europea, el FPO logró captar el 29% de los votos en una campaña que ha sido considerada como la más extremista en la historia reciente electoral de Europa.

Kickl no ha escatimado esfuerzos para promover una agenda anti-inmigración radical, declarando su intención de convertir Austria, un país de aproximadamente nueve millones de habitantes, en una 'fortaleza' donde el derecho de asilo sea detentado.

Durante su campaña, ha dejado claro que los refugiados cuya integración fracase podrían perder su nacionalidad, una medida que ha suscitado serias preocupaciones sobre la violación del Derecho Internacional, en particular de los principios establecidos por la Convención de Ginebra.

Además, Kickl ha propuesto una ley de emergencia que suspendería el derecho al asilo, lo que representa un giro alarmante hacia el autoritarismo.

En un ambiente político donde las divisiones crecen, se ha llegado a mencionar la 'remigración' de niños que, a juicio de su partido, no muestren el debido respeto hacia las autoridades docentes.

La campaña de Kickl también se ha caracterizado por un uso controverso del lenguaje, que recuerda épocas oscuras de la historia europea.

Los carteles electorales del FPO describían a Kickl como 'Volkskanzler', un término que evoca la nomenclatura utilizada por los nazis para referirse a Adolf Hitler, lo cual ha levantado críticas tanto a nivel nacional como internacional.

El fenómeno del ascenso de partidos de extrema derecha no es exclusivo de Austria.

En los últimos años, otros partidos demócratas como Alternativa por Alemania (AfD), la formación de Geert Wilders en los Países Bajos, y Marine Le Pen en Francia, han normalizado este tipo de discursos y políticas.

Esto ha generado al mismo tiempo una preocupación sobre el impacto a largo plazo que estas tendencias podrían tener en la Europa democrática.

La reacción global ante esta victoria ha sido relativamente contenida, quizás debido a la atención que requieren otros eventos significativos, como la elección presidencial en Estados Unidos y los conflictos en el Medio Oriente.

Sin embargo, la posibilidad de que el extremismo de derecha se normalice en el continente europeo plantea serias interrogantes sobre el futuro de las democracias en la región.

La historia reciente también muestra que estos proyectos políticos a menudo están acompañados por un rechazo a las instituciones internacionales y un debilitamiento de los derechos humanos.

Europa tiene un historial de lucha por los derechos civiles, y el resurgimiento de voces que podrían comprometer estos avances es una tendencia que merece una profunda reflexión y acción.

Hoy en día, la llamada a la resistencia democrática podría ser más crucial que nunca para garantizar que la historia no se repita.