La comunidad coreana de Nagoya celebra la apertura de un nuevo bloque de aulas en su escuela, enfrentando desafíos de financiación y pérdida de matrícula en Japón.

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Un cálido domingo de octubre, cientos de miembros de la unida comunidad coreana en Nagoya, Japón, se reunieron en los terrenos de su escuela local para un día de celebración y reencuentro.

Desde abuelos hasta pequeños, todos estaban presentes para la inauguración de un nuevo bloque de aulas en la Aichi Korean Middle and High School, proyecto que fue financiado por la propia escuela y a través de donaciones, sin ningún apoyo del gobierno.

En el auditorio de la escuela, los estudiantes deleitaron a una audiencia de padres y familiares con un espectáculo repleto de danzas y canciones tradicionales coreanas.

El evento también transformó el patio en un festival a menor escala, donde diversos puestos ofrecieron bibimbap y bulgogi, acompañados de refrescos coreanos, creando un ambiente festivo que duró toda la tarde.

Para la comunidad, la apertura de este nuevo edificio escolar representa un hito en la lucha por la educación étnica coreana en Japón, una cultura que se enfrenta a importantes dificultades debido a los recortes en la financiación gubernamental, la disminución en el número de matrículas y el cierre de escuelas en todo el país.

Este evento destaca la resistencia y la determinación de la comunidad a mantener vivas sus tradiciones y su lengua en un entorno que parece cada vez más hostil.

Sin embargo, hay un aspecto en esta historia que no puede pasarse por alto. Fuera del auditorio, ondeaban cinco banderas norcoreanas, un fuerte símbolo de lealtad ideológica que no solo representa su historia, sino que también refleja un lazo difícil de asimilar en el Japón actual, donde Corea del Norte es vista como un agresor impredecible y temido, que realiza pruebas misilísticas en el Mar de Japón con frecuencia creciente.


Dentro de las nuevas aulas, se pueden observar retratos de antiguas figuras suprema de Corea del Norte, como Kim Il-sung y Kim Jong-Il, colgados sobre las pizarras y en la oficina del director, Kim Gui Dong.

Este escenario no sería posible sin el apoyo económico proporcionado por el régimen norcoreano, especialmente durante la posguerra, cuando los sentimientos discriminatorios hacia los coreanos eran intensos en Japón.

Principal Kim menciona que la existencia misma de la escuela depende de esta relación, agradeciendo de esta manera el respaldo recibido, fundamental para su establecimiento y funcionamiento durante décadas.

De hecho, en enero, la escuela enviará a sus estudiantes de último año a Pyongyang por varias semanas, reiniciando un programa de excursiones que había estado en pausa debido a la pandemia de COVID-19.

Este programa ha sido fundamental para fortalecer los lazos culturales y personales con su patria ancestral.

A pesar de los desafíos inminentes, la comunidad se esfuerza por preservar su identidad cultural en un ambiente que muchas veces aparece adverso, resaltando la importancia de este centro educativo en la vida de sus miembros.

Los vínculos en torno a la Aichi Korean Middle and High School son representación de la resistencia de la comunidad coreana, una minoría que sigue buscando su espacio y su voz en Japón, mientras celebran también sus tradiciones a través de la educación.