Análisis sobre las declaraciones de Donald Trump después del debate con Kamala Harris, destacando su tendencia a propagar teorías de conspiración y falsedades.

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Washington: El expresidente Donald Trump ha persistido en un mundo extraño que ha creado a su alrededor.

Reescribe la historia, o en ocasiones la inventa, con el fin de realzar su figura, desacreditar a otros y difundir mentiras infundadas.

Esta situación se ha vuelto más preocupante.

Desde el reciente debate del martes con la vicepresidenta Kamala Harris, Trump ha ido profundizando en teorías de conspiración, inexactitudes y quejas personales.

Asegura que no es un perdedor y que nunca perdió las elecciones de 2020, afirmación que es falsa, y también sostiene que tampoco perdió el debate en Filadelfia.

De hecho, se declara ganador en un evento en el que pasó 90 minutos reaccionando a las críticas de Harris, sin poder salir de una defensa constante que no le dejó espacio para presentar un argumento sólido en su contra.

Trump parece incapaz de aceptar el veredicto generalizado de que Harris pudo superarlo, de la misma manera en que no logró sobrellevar el hecho de que el presidente Joe Biden lo venciera hace cuatro años.

Durante un mitin en Las Vegas, el pasado viernes, repleto de afirmaciones sin fundamento sobre diversos temas, exaltó la teoría de que Harris había recibido las preguntas del debate.

Elevando una conspiración que circulaba en redes sociales, afirmaba falsamente que ella tenía dispositivos auditivos en sus pendientes y que estaba siendo asesorada en tiempo real sobre qué responder.

Lo hizo al estilo clásico de Trump, citando rumores no verificados como pruebas.

"He oído que recibió las preguntas y también oí que tenía algo en su oído", afirmó. La cadena estadounidense ABC News, que organizó el debate, desmintió estas falsas acusaciones, pero a Trump poco le importa la verdad.


Prefiere propagar falsedades para justificar su propio rendimiento deficiente y para agitar a sus seguidores, haciéndoles creer que el juego fue manipulado.

Todo esto solo contribuye a la división del país.

Utilizó una técnica similar durante el debate, especialmente en lo que respecta a la inmigración.

Esa noche, repitió una afirmación que había circulado en redes sociales en la que supuestamente migrantes haitianos en Springfield, Ohio, estaban alimentándose de las mascotas de los residentes locales.

"En Springfield, están comiendo perros, las personas que llegaron.

Están comiendo gatos", aseguró.

Cuando David Muir, uno de los moderadores de ABC, le recordó que el administrador de la ciudad de Springfield había informado a la cadena que no existían “reportes creíbles de afirmaciones específicas sobre mascotas siendo dañadas, heridas o abusadas por individuos de la comunidad inmigrante”, Trump simplemente respondió: “Bueno, yo he visto a gente en televisión”.

A medida que Muir intentaba intervenir, Trump continuó: “Las personas en la televisión dicen que su perro fue comido por las personas que llegaron allí”, a lo que Muir replicó: “No estoy tomando esto de la televisión.

Lo estoy tomando del administrador de la ciudad.”

Esta relación con la verdad y la manipulación de la información son características que han definido la carrera política de Trump.

Este patrón que ha demostrado no solo es perjudicial para su imagen, sino para la cohesión social de los Estados Unidos.

En un país cada vez más polarizado, la retórica de desinformación alimenta las divisiones y el escepticismo entre los ciudadanos.