Las acusaciones de conspiración para anular una elección legítima en Estados Unidos podrían llevar al país a una situación sin precedentes.

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Desde que Donald Trump comenzó su ascenso, muchos observadores en Estados Unidos y en otros lugares han estado esperando por el ‘gran evento’: el escándalo, la acusación o el error que ponga fin a su carrera política y a la convulsa era Trump en la política estadounidense.

La acusación de esta semana, acusándolo de conspirar para anular una elección legítima, podría llevar a Estados Unidos a territorios inexplorados, pero otros países han vivido situaciones similares y sus experiencias ofrecen algunas lecciones.

La acusación podría ser solo un hito en medio de un largo período de la política estadounidense: un período de polarización, instituciones debilitadas y crisis políticas.

La historia reciente de otros países sugiere que las acusaciones de graves irregularidades por parte de los líderes no solo representan un problema en sí mismas, sino un síntoma de problemas mucho más profundos.

Si bien las persecuciones judiciales podrían no abordar los problemas más amplios, pueden ayudar a preservar una base de la democracia: el Estado de derecho.

El problema es que eso rara vez es suficiente.

Las consecuencias de una crisis

Cuando la gente se pregunta si algo será el ‘gran evento’, generalmente se refiere a si el escándalo podría provocar una respuesta tan fuerte que ponga fin a la carrera política de un líder.


Durante gran parte de la historia política moderna, la historia iba más o menos así: un político hace algo que viola leyes o normas importantes, como abusar de los poderes de su cargo.

El público se entera y el escándalo se intensifica.

Luego, el político se ve obligado a renunciar.

Eso es más o menos lo que le sucedió a Richard Nixon, por ejemplo: renunció bajo la amenaza de un juicio político, a medida que surgían pruebas de su papel en el escándalo de Watergate.

Sin embargo, ese proceso dependía de que los partidos políticos fueran lo suficientemente fuertes y disciplinados como para obligar a los políticos a dimitir.

‘Si retrocedemos 40, 60, 80 años en cualquier democracia, los políticos que buscaban ser elegidos y mantener una carrera política dependían tanto del establecimiento político que tenían que conformarse con ciertas normas y parámetros políticos impuestos por el establecimiento’, dice Steve Levitsky, científico político de Harvard y coautor del libro ‘Cómo mueren las democracias’, en una reciente entrevista.