El maltrato animal en el mundo del deporte ecuestre genera fuertes críticas y reflexiones sobre el bienestar de los caballos.

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Las últimas semanas han sido tumultuosas para los amantes de los caballos y los equitadores en todo el mundo.

Todo comenzó con la difusión de un video que mostraba a Charlotte Dujardin, una de las jinetes más reconocidas de Gran Bretaña, golpeando brutalmente a un caballo.

Este escándalo ha generado una ola de críticas y ha traído a la luz una serie de cuestiones sobre la ética en el deporte ecuestre, poniendo en tela de juicio la legitimidad de la equitación como disciplina, incluso en su forma más prestigiosa: los Juegos Olímpicos.

La controversia se intensificó aún más cuando el reconocido medio The New York Times publicó un extenso reportaje sobre el incident, lo que dividió a la comunidad ecuestre y puso a los jinetes en el punto de mira, forzándolos a defender su deporte.

En medio de esta tormenta, apareció Snoop Dogg en el Palacio de Versalles, bailando con los caballos del equipo ecuestre estadounidense.

Sus interacciones con los equinos, llenas de alegría y buenas intenciones, alcanzaron más de 10 millones de visualizaciones en línea, logrando restaurar algo de la buena imagen de una comunidad muy dañada.

Dicho esto, como equitador y propietario de tres caballos que compiten en pruebas de salto y doma, me siento dividido.

A pesar de mi amor por estos animales, eventos como este me han llevado a reflexionar si nuestras relaciones con ellos son más unilaterales de lo que nos gustaría reconocer.

A menudo, quienes no están familiarizados con el deporte ecuestre piensan que este se centraría en la libertad de galopar por bellos paisajes, donde la conexión entre jinete y caballo es evidente.

Sin embargo, la realidad es que todos los deportes ecuestres enfrentan serias preocupaciones sobre el bienestar animal.


Los estándares son más altos en competiciones de élite, pero también lo son los riesgos.

Cuando buscas que un animal de 600 kilogramos cumpla con ciertas expectativas, los métodos pueden volverse coercitivos.

Es difícil justificar por qué los caballos olímpicos a menudo presentan lenguas de color azul (debido a riendas demasiado ajustadas que afectan su suministro sanguíneo), o por qué son descalificados por tener sangre en la boca o por el uso de espuela.

No todos los jinetes de élite maltratan a los caballos.

Sin embargo, cuando una de las figuras más admiradas del deporte, conocida por su enfoque hacia el bienestar animal, es capturada golpeando a un caballo, surgen serios interrogantes sobre las prácticas en el deporte equino.

En un contexto donde el espectáculo suele imponerse a la ética, es crucial que la comunidad ecuestre examine sus valores y devise nuevas formas de educar y promover un trato más compasivo hacia estos animales maravillosos, para así asegurar que la equitación no solo sea un arte, sino también un deporte éticamente responsable.

Históricamente, la equitación ha sido vista como una práctica noble y aristocrática, pero a medida que avanzamos en nuestro entendimiento sobre los derechos de los animales, es fundamental que revisemos nuestras tradiciones y adaptarlas a una nueva era de respeto y compasión.

La reciente controversia es solo un recordatorio de que cada acción cuenta y que debemos enfocarnos en el bienestar de los caballos antes que en los triunfos temporales en el deporte.