Un análisis de las contribuciones y desafíos de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, especialmente en el contexto de la inminente llegada de Donald Trump.

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La reputación de un presidente suele medirse por lo que se menciona después de la palabra "pero", en relación con lo que se dice antes de ella. Un ejemplo claro es el de Lyndon Johnson. Si su legado se juzgara únicamente por sus logros en el ámbito interno, podría considerarse uno de los grandes de la Casa Blanca. Su papel en la aprobación de leyes fundamentales de derechos civiles, que erradicaron el apartheid racial en el sur de Estados Unidos y hicieron posible el sufragio universal (un proceso que culminó en 1965), podría compararse al de Abraham Lincoln.

Sin embargo, la guerra de Vietnam, un conflicto que Johnson intensificó y que desembocó en una derrota humillante para Estados Unidos, dejó una sombra permanente sobre su legado.

Por tanto, los "peros" que se relacionan con su presidencia son de gran peso.

Ronald Reagan, por su parte, logró restaurar la confianza de los estadounidenses tras la pesadilla nacional que significaron la guerra de Vietnam, el Watergate y la crisis de rehenes en Irán, ayudando a que Estados Unidos prevaleciera finalmente en la Guerra Fría.

Pero las políticas económicas de Reagan, conocidas como "trickle-down economics", alimentaron una creciente disparidad de ingresos, al tiempo que su lema de que el gobierno era el problema, no la solución, convirtió a gran parte de la población estadounidense en detractores de Washington.

Estas dinámicas contribuyeron al auge de Donald Trump.

Ahora, observemos el legado de Joe Biden y lo que viene después de su presidencia. El cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos se presentó como el salvador de la democracia, el líder que podría unificar al país y protegerlo del retorno de Trump.

Sin embargo, en una sorprendente vuelta de los acontecimientos, el 20 de enero de 2024, Trump se convertirá también en el cuadragésimo séptimo presidente, lo que deja muchas incógnitas sobre el futuro cercano.

Por lo tanto, los historiadores reflexionarán sobre las metas no cumplidas y podrían culpar a Biden por esa falta de éxito.

Un punto que se discutirá es la posibilidad de que Biden, a los 82 años, se hubiera retirado antes. En 2020 insinuó que era un "puente" hacia la próxima generación, lo que habría permitido al Partido Demócrata llevar a cabo un proceso de primarias adecuado para elegir al candidato más fuerte para enfrentar a Trump.


Es interesante mencionar que en 2023, tras el rendimiento inesperadamente sólido de los demócratas en las elecciones legislativas de 2022, algunos sugirieron que una estrategia similar a la película "Weekend at Bernie’s" podría ser viable; se trataba de continuar la imagen de Biden, al menos durante un tiempo, incluso si su situación física y mental comenzaba a decaer.

Sin embargo, al inicio de 2024, quedó claro que la edad de Biden constituía una liability insuperable. Cuando finalmente se dio el paso a Kamala Harris como la candidata, demostró ser más fuerte de lo que muchos pronosticamos tras su campaña de 2019.

A pesar de eso, durante su campaña de 107 días siempre había un sentimiento persistente de que otros demócratas podrían haber ofrecido un desafío más sólido.

Figuras como Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, quien demostró que podía ser reelegida en un estado clave, o Josh Shapiro, gobernador de Pennsylvania, cuya popularidad era notable, emergen como posibles candidatos más competitivos.

En el contexto del ambiente anti-incumbente y la lealtad del base MAGA, la victoria de Trump se podría considerar casi inevitable. Al mantener el liderazgo durante tanto tiempo, Biden hizo que ese desenlace resultara casi históricamente inevitable. En cuanto al legado pre-"pero" del presidente, es notable. Bajo el engañoso título de la Ley de Reducción de la Inflación, Biden logró implementar una ley federal de clima que podría reducir las emisiones de Estados Unidos casi a la mitad para 2035 en comparación con los niveles de 2005.

Además, una ley de infraestructura impulsará la modernización de aeropuertos, carreteras y puentes en el país. La Ley CHIPS y Ciencia está diseñada para convertir a Estados Unidos en una potencia de semiconductores, acabando con la vulnerabilidad de la cadena de suministros que afectó su defensa nacional.