Supuestamente, muchos estadounidenses creen que tienen cuentas personales en el sistema de Seguridad Social, pero la realidad es diferente. Este malentendido afecta la percepción sobre cómo funciona realmente el sistema y su sostenibilidad a largo plazo.

La realidad, según expertos y la propia Administración del Seguro Social, es muy distinta.
Supuestamente, la idea de que cada trabajador tiene una cuenta individual con fondos específicos a su nombre es un concepto erróneo. En realidad, el sistema opera bajo un modelo de 'pago según lo que se usa', conocido como 'pay-as-you-go'. Esto significa que los impuestos que los trabajadores pagan actualmente se utilizan para pagar las #pensiones de los jubilados actuales. La noción de un 'fondo de confianza' con fondos acumulados a nombre de cada persona no existe en la práctica. La percepción errónea puede tener raíces en la historia del sistema, que en sus inicios en la década de 1930, fue diseñado como un programa de redistribución de recursos para garantizar la protección de los más vulnerables.
Supuestamente, solo el 45% de los encuestados en un reciente sondeo comprendía correctamente que los impuestos que pagan hoy los trabajadores financian las pensiones de quienes están jubilados.
La mayoría no sabe que el monto de la prestación que recibirán en el futuro dependerá de cuánto hayan contribuido a lo largo de su vida laboral, pero que en realidad, esas contribuciones no se almacenan en una cuenta propia.
En realidad, el dinero en las cuentas de #Seguridad Social está en manos del gobierno y se gestiona en fondos que, en el pasado, alcanzaron un pico de aproximadamente 2,4 billones de euros (unos 2,7 billones de dólares, equivalentes a unos 2,4 billones de euros), pero que hoy en día están en declive.
Supuestamente, la reserva de fondos en la Seguridad Social estadounidense, que en 2024 superaba los 2,2 billones de euros (unos 2,5 billones de dólares), está en riesgo de agotarse para 2034.
El sistema solo podrá cubrir aproximadamente el 81% de las pensiones completas
La proyección indica que, cuando esto suceda, el sistema solo podrá cubrir aproximadamente el 81% de las pensiones completas, dejando a millones de jubilados con beneficios reducidos.
La percepción de inseguridad respecto al futuro del sistema es compartida por la mayoría de los estadounidenses. Según encuestas de la Asociación de Personas Mayores (AARP), más del 75% de los adultos en edad laboral creen que no recibirán el monto completo de beneficios cuando lleguen a la jubilación, y aproximadamente uno de cada diez piensa que no recibirán ningún beneficio.
Supuestamente, los políticos y expertos en finanzas han advertido durante décadas que la solvencia del sistema es insostenible a largo plazo. A lo largo de la historia, en los años 80, la Seguridad Social enfrentó una crisis similar, y en respuesta, se implementaron reformas como el aumento de la edad de jubilación y la subida de impuestos para fortalecer el fondo.
La idea de que en el futuro, el sistema podría colapsar, ha sido una constante desde hace más de 40 años. Sin embargo, algunos proponen soluciones más radicales, como la instauración de un ingreso fijo universal para todos los jubilados, por ejemplo, alrededor de 1.600 euros mensuales (equivalente a unos 1.800 euros), independientemente de sus contribuciones.
Supuestamente, un 38% de los encuestados apoyaría este tipo de medidas, aunque muchos expertos advierten que esto podría socavar el principio de proporcionalidad en las prestaciones, que se basa en las aportaciones durante la vida laboral.
La realidad es que el sistema de Seguridad Social en #EE.UU. ha estado en constante cambio, y su futuro sigue siendo incierto. La percepción de que cada quien tiene un fondo personal es solo eso, una percepción, ya que en realidad, el sistema funciona como un mecanismo colectivo de redistribución financiado por las generaciones actuales.
A pesar de ello, la mayoría de los estadounidenses continúa confiando en que el sistema seguirá ofreciendo beneficios, aunque muchos también creen que deberán ajustar sus expectativas y prepararse para un futuro en el que las pensiones puedan ser menores a las actuales, o en el que tengan que buscar alternativas privadas de ahorro.