Análisis de dos posibles caminos para la inflación en 2026, con contexto histórico y sus implicaciones para precios, empleo y finanzas, tanto en EE. UU. como en Europa.
En el primer escenario, más optimista, muchos estrategas esperan que la #inflación baje de forma sostenida a lo largo de 2026. Se argumenta que, si el mercado laboral continúa enfriándose y la demanda de bienes y servicios se normaliza, las presiones de precios podrían moderarse sin desencadenar una recesión.
En ese marco, la inflación medida por el índice de precios al gasto personal (PCE) podría situarse alrededor de 2,5% a finales de 2026, frente a porcentajes ligeramente superiores a mediados de la década anterior.
Este descenso sería una señal de que las políticas macroeconómicas y las condiciones financieras podrían estar funcionando para evitar subidas de precios generalizadas.
Para quienes sostienen este escenario, los factores que ayudan a la moderación incluyen una menor presión de remuneraciones en determinadas ramas, menores costos de ciertas cadenas de suministro y una demanda que no recupera el ritmo previo a la pandemia.
Además, podrían influir impactos de políticas públicas que, de ser previsibles, reducirían incentivos para incrementos salariales excesivos y facilitarían una trayectoria más suave de precios.
Sin embargo, advierten que cualquier desequilibrio, ya sea por shocks externos o por ajustes tardíos de la política, podría quebrar ese patrón de moderación.
Por el lado contrario, existe un segundo camino que algunos llamarán más desafiante. En este escenario pesimista, la inflación podría permanecer más alta de lo esperado durante 2026, sostenida por una combinación de factores estructurales.
Una fuerza laboral menos abundante, con menor expansión de la población activa, podría otorgar mayor poder de negociación a empleadores y contribuir a precios más firmes.
A la vez, reembolsos fiscales extraordinarios y déficits presupuestarios relativamente altos podrían aumentar la demanda y, con ello, las presiones inflacionarias.
Este conjunto de condiciones podría dificultar que la inflación caiga con la misma rapidez que en el escenario optimista.
La inflación podría permanecer en un rango más elevado durante buena parte de #2026 y solo moderarse de manera gradual
Algunas estimaciones señalan que, si se materializan estos componentes, la inflación podría permanecer en un rango más elevado durante buena parte de 2026 y solo moderarse de manera gradual.
En ese marco, la probabilidad de recortes de tasas por parte de la Reserva Federal quedaría limitada a un par de movimientos, dependiendo de cómo evolucione el crecimiento y la apertura de la economía.
Un punto relevante en cualquier análisis son las señales fiscales y los efectos de los estímulos anteriores. Supuestamente, millones de contribuyentes podrían verse beneficiados por devoluciones o créditos que impulsan la demanda, lo que a corto plazo podría contener la caída de precios en algunos sectores, pero a medio plazo podría reforzar presiones si esos pagos se convierten en un componente permanente de la renta disponible.
En cifras, se ha mencionado la posibilidad de que alrededor de 104 millones de contribuyentes reciban un reembolso promedio de aproximadamente 3.016 euros, una expectativa que, si se materializa, podría influir en el comportamiento del consumo durante 2026.
La discusión no está exenta de matices históricos. La inflación en Estados Unidos ha mostrado ciclos pronunciados en las últimas décadas: altos niveles en los años 70 y principios de los 80, con una caída sostenida durante la década de los 90 y la primera década del siglo XXI; luego, tras la pandemia y la recuperación, surgieron choques de precios que obligaron a reajustes monetarios.
Algunos analistas sostienen que la lección histórica es que los ciclos inflacionarios suelen estar estrechamente vinculados a la tensión entre oferta y demanda, al estado de las relaciones laborales y a la credibilidad de la política fiscal y monetaria.
Más allá de Estados Unidos, la inflación afecta a los #mercados europeos y a las decisiones de política macroeconómica global. Aunque las dinámicas son diferentes, la mirada histórica sugiere que cambios en el costo del crédito, en los precios de la energía y en las cadenas de suministro pueden alterar la trayectoria de los precios al consumidor durante años.
En ese sentido, los escenarios para 2026 no deben verse como absolutos, sino como guías para prepararse ante escenarios de volatilidad.
Para las familias y las empresas, la clave está en entender que la inflación no es un obstáculo fijo: es una variable que responde a múltiples impulsos, desde la productividad y la inversión hasta el comportamiento del gasto y la fiscalidad.
Si bien el consenso podría fluctuar entre optimistas y pesimistas, lo cierto es que la experiencia histórica enseña que la gestión prudente de presupuestos, ahorro y planificación financiera seguirá siendo relevante incluso cuando las proyecciones cambien.
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