La violencia en Rosario se intensifica tras el ataque a la casa de un líder barrial subrogante. Las autoridades están en alerta ante posibles represalias.

El clima de tensión en Rosario volvió a intensificarse este fin de semana, cuando la residencia de Leopoldo Martín, conocido como "Pitito" Martínez, sufrió un ataque a balazos.

Martínez, quien se encuentra en la fila de liderazgo de la barra brava de Rosario Central tras la muerte de Andrés "Pillín" Bracamonte, se convierte en un blanco más en la espiral de violencia que asola la ciudad.

El ataque se produjo el sábado por la tarde en Villa Manuelita, en el bajo Ayolas, justo antes de que el equipo de fútbol local enfrentara a Racing en un partido de la Liga Profesional.

A pesar de que las autoridades habían implementado medidas de seguridad anticipándose a posibles represalias tras el asesinato de Bracamonte el pasado 9 de noviembre, el ataque se ejecutó sin que estos recursos evitaran el suceso.

Andrés "Pillín" Bracamonte fue asesinado a balazos tras dejar el estadio después de un partido, en una emboscada que evidenció la creciente rivalidad y el clima violento entre facciones de barras bravas en el fútbol argentino.

La situación ha generado preocupación no solo entre los aficionados del club, sino también en la comunidad en general, que se siente cada vez más amenazada por la violencia callejera.

La balacera en la casa de "Pitito" Martínez dejó varias marcas de balas en el frente de la propiedad, donde una mujer se encontraba en el interior y fue testigo del ataque.

Gracias a las primeras investigaciones, se evidenció que se encontraron al menos cinco casquillos de bala, uno de los cuales estaba dentro de la vivienda, demostrando que el ataque fue planeado con precisión.

Afortunadamente, no se reportaron heridos, lo que puede considerarse un alivio en medio de una crisis de violencia que parece no tener fin.

En la zona, la presencia policial es más intensa desde el ascenso del conflicto entre facciones, y muchos se preguntan si estas medidas serán suficientes para mantener la seguridad durante los eventos deportivos.

Este tipo de violencia no es nuevo; Rosario ha sido históricamente un punto caliente para enfrentamientos entre organizaciones criminales y barras bravas, lo que agrava un problema que parece arraigarse en la cultura del fútbol argentino.

Las fuerzas de seguridad están alertas y, tras el ataque, un dispositivo especial fue activado cerca del estadio Gigante de Arroyito para prevenir cualquier otro incidente violento.

Sin embargo, la comunidad sigue en vilo, sin saber si los esfuerzos serán suficientes para evitar que la violencia continúe deteriorando la calidad de vida en Rosario.

Con cada ataque, el ciclo de represalias se convierte en un ciclo vicioso del que parece difícil salir.

La situación en Rosario es un llamado de atención no solo para las autoridades locales, sino para toda la sociedad argentina, que debe enfrentarse a la cruda realidad de la violencia vinculada al deporte y a las barras bravas.

La necesidad de una intervención efectiva y medidas de prevención a largo plazo nunca ha sido más evidente.