El club Rosario Central lidia con la tensión tras la muerte violenta de dos líderes de su barra brava, mientras intenta mantener su estructura organizativa y enfocarse en el fútbol.

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Rosario Central se encuentra en una situación delicada, teniendo que lidiar con la dualidad de la pasión por el fútbol y la inseguridad que afecta a la ciudad.

Dos asesinatos, específicamente los de Andrés Bracamonte y Daniel Attardo, líderes de la barra brava, han dejado al club en un estado de incertidumbre y conmoción.

Estos trágicos eventos sucedieron a apenas cuatro cuadras del estadio tras un enfrentamiento contra San Lorenzo, precipitando que el club ocupe las páginas de las noticias policiales en vez de las deportivas.

El nuevo entrenador, Ariel Holan, se vio opacado por la tragedia que azota al club: el asesinato a sangre fría de estos dos personajes, conocidos en el entorno futbolístico, ha hecho que la atención mediática se desplace casi por completo a la esfera del crimen.

Mientras tanto, la dirigencia del club, encabezada por Gonzalo Belloso, intenta mantener la calma y concentrar los esfuerzos en el deporte, aunque saben que no pueden ignorar lo ocurrido.

El contexto es complejo y espinoso.

En Rosario, la tensión entre las autoridades del Ministerio de Seguridad de Santa Fe y el club se intensifica, dadas las amenazas de represalias y los posibles rebrotes de violencia.

A medida que se aproximan los próximos encuentros como visitante, los responsables de la seguridad tienen un respiro, ya que el equipo no volverá a jugar en casa hasta el 1 de diciembre, cuando se enfrente a Racing.

Este intervalo permite a las autoridades reflexionar sobre las medidas a tomar para garantizar la seguridad tanto de jugadores como de aficionados.

Desde que se hicieron públicos los asesinatos, el clima de inseguridad ha aumentado, reflejándose en graffitis que reclaman venganza y que amenazan a otros miembros de la barra.


Los mensajes intimidatorios, que aparecieron en los edificios gubernamentales cercanos, son prueba de que las tensiones continúan.

"Cuídense Cobani" y "con la mafia no se jode" son solo algunas de las frases que han surgido, dejando inquietud en la comunidad.

Es importante mencionar que la relación entre clubes de fútbol y barras bravas ha sido un tema controvertido en Argentina.

Históricamente, los clubes han tratado de desvincularse de estos grupos, especialmente en momentos de crisis, como el que actualmente enfrenta Rosario Central.

A pesar de que la investigación no ha apuntado directamente al club ni a sus directivos, la presión por aclarar el panorama resulta ineludible.

Las autoridades no solo buscan entender el contexto detrás de los crímenes sino también establecer protocolos de seguridad que se harán necesarios en el futuro.

A pesar de las dificultades, la operativa diaria dentro del club trata de seguir su curso normal, como si lo sucedido fuera un incidente aislado.

Sin embargo, el traslado del cuerpo de Pillín Bracamonte, resguardado por un fuerte despliegue policial hacia un cementerio privado, sugiere que su identidad era mucho más que la de un simple hincha.

En este delicado equilibrio entre el fútbol y la violencia externa, los dirigentes de Rosario Central esperan que el foco en el deporte prevalezca, dejando de lado la violencia que ha manchado su historia reciente.