En 1986, River Plate alcanzó su mayor logro internacional al conquistar la Copa Intercontinental en Tokio, venciendo al Steaua Bucarest. Esta hazaña permanece como la única victoria del club en un torneo que enfrentaba a los campeones de América y Europa, marcando un momento histórico para los hinchas argentinos.

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Si bien en la actualidad el mundial de clubes busca coronar al mejor equipo del planeta y recibe una gran atención internacional, aquel encuentro significativo entre River y el Steaua Bucarest fue, en su tiempo, la única vez que un equipo argentino se coronó campeón del mundo en una competición oficial.

Para poner en contexto, el torneo de la Copa Intercontinental, disputado desde los años 1960, enfrentaba al campeón de la Copa Libertadores con el de la Liga de Campeones de Europa.

En esa edición de 1986, River Plate, conducido por el técnico Héctor “Bambino” Veira, llegaba con un sólido historial tras conquistar la Libertadores del mismo año.

El equipo argentino, que vestía su tradicional camiseta con banda roja, llegaba con figuras destacadas como Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Héctor Enrique, Norberto Alonso, y otros jugadores que dejaron huella en la historia del club.

El rival en aquella final, Steaua Bucarest, había sorprendido a todos al eliminar a rivales de gran nivel y venía de ganar la Copa de Europa en ese mismo año, venciendo al FC Barcelona.

La expectativa era alta, con más de 62.000 espectadores llenando el Estadio Nacional de Tokio para ser testigos de este encuentro histórico.

Desde el pitido inicial, #River Plate mostró una actitud ofensiva y decidida. La lucha en el mediocampo fue dura, pero la estrategia de los argentinos fue clara: buscar el gol desde temprano. La primera gran oportunidad llegó a los 28 minutos, cuando Norberto Alonso tomó la pelota y disparó con potencia hacia el arco rumano. El arquero del Steaua logró detener el disparo, pero el rebote quedó en los pies de Antonio Alzamendi. El uruguayo, con una perfecta cabeza, remató y convirtió el único gol del encuentro, que hizo estallar de alegría a los hinchas en Tokio y a los millones de argentinos que seguían el partido desde su país.

El gol, que rebotó en el palo antes de ingresar, añadió un toque de suspenso a la final, pero River mantuvo la calma y dominó el resto del encuentro.

La defensa, con Ruggeri y Nelson Gutiérrez como pilares, fue una muralla que evitó cualquier intento del Steaua de igualar el marcador. En el arco, Pumpido transmitía seguridad con cada intervención crucial.

A pesar de que los rumanos lograron anotar un gol, fue anulado por fuera de juego en una jugada que generó cierto revuelo, pero la victoria ya estaba casi asegurada.

La celebración fue desbordante y quedó en los anales del #fútbol mundial

La celebración fue desbordante y quedó en los anales del fútbol mundial. Por primera vez en su historia, River Plate conquistaba el máximo trofeo internacional, además de completar la triple corona: campeón de la Libertadores, campeón local y campeón mundial.

Curiosamente, algunos jugadores que actuaron en esa final habían sido parte también del plantel campeón con Argentina en México 1986, como Nery Pumpido, Oscar Ruggeri y Héctor Enrique, lo que refleja la calidad y la solidaridad del fútbol argentino en ese momento.

La hazaña de River en #1986 no solo fue un momento de gloria para el club, sino también una inspiración para generaciones futuras. A lo largo de los años, el fútbol global ha evolucionado y nuevos equipos han conquistado títulos mundiales, pero aquella victoria de River Plate permanece como un hito imborrable que simboliza la pasión y la historia del fútbol argentino en el escenario internacional.