Un enfrentamiento en un encuentro internacional en Argentina derivó en disturbios, detenciones masivas y graves abusos policiales, dejando a varios hinchas heridos y en condiciones precarias en comisarías. La situación generó preocupación internacional y ha abierto una investigación sobre los hechos.

Lo que empezó como un encuentro entre Independiente y Universidad de Chile en el estadio Libertadores de América terminó convirtiéndose en una pesadilla marcada por enfrentamientos violentos, ataques policiales desproporcionados y un saldo de heridos, detenidos y daños materiales que aún generan conmoción y requieren una exhaustiva investigación.
El evento, que originalmente prometía ser una noche de pasión futbolística, se tornó en un caos cuando los hinchas visitantes, provenientes de Chile, vivieron momentos de terror al enfrentarse con una seguridad que, lejos de protegerlos, los sometió a abusos y humillaciones.
Gabriel Silva Riesco, representante de futbolistas, abogado y agente FIFA chileno, fue uno de los testigos directos de esa noche y relató a Clarín su experiencia: "Viajé con un amigo desde Chile solo para ver un partido internacional.
Cuando llegamos al estadio, todo era festivo y tranquilo; no imaginábamos que terminaríamos así".
Antes del inicio del encuentro, el ambiente era de expectativa y alegría, aunque Silva Riesco había notado ciertos detalles que, en retrospectiva, fueron advertencias: poca presencia policial en las inmediaciones y una seguridad casi inexistente dentro del estadio.
Sin embargo, la verdadera mantalla de violencia empezó cerca del final del primer tiempo, cuando los hinchas de Universidad de Chile comenzaron a arrojar objetos y bombas de estruendo al sector enemigo, haciendo que el encuentro se tornara en una batalla campal.
Los enfrentamientos entre las parcialidades de ambos equipos se intensificaron rápidamente, afectando no solo a los jugadores sino también a los asistentes, muchos de los cuales solo buscaban disfrutar del espectáculo.
La situación escaló cuando la policía ingresó para desalojar a los hinchas y evitar que el escenario se convirtiera en un campo de guerra. En ese momento, Silva Riesco relata que fue arrestado y golpeado por las fuerzas policiales: "Me redujeron con una llave, me tiraron al suelo y comenzaron a pegarme, a pesar de que me identificaba como representante FIFA".
Las detenciones se extendieron a más de cien personas, en su mayoría seguidores de Universidad de Chile, que fueron sometidos a golpes y humillaciones en las comisarías de Sarandí y Avellaneda.
La noche en las celdas fue una de las peores experiencias para los detenidos, quienes relatan haber sido víctimas de malos tratos físicos, amenazas y torturas psicológicas.
Silva Riesco describe cómo las autoridades locales les acusaban falsamente de haber matado a una niña de siete años y de cometer delitos graves, amenazas que generaron un profundo miedo entre los presentes.
La falta de información, la incomunicación con sus familiares y la acumulación de heridas y golpes aumentaron la angustia entre los detenidos. La cónsul chilena pudo intervenir al segundo día, cuando la situación empezó a normalizarse paulatinamente, pero la impresión de trauma quedó marcada para muchos.
La escena en las comisarías fue propia de una guerra, con policías agrediendo a los detenidos sin razones fundamentadas y sin permitirles defenderse o explicar su versión.
Este caso ha sacado a la luz una serie de preocupaciones sobre la seguridad y los #derechos humanos en los escenarios deportivos en Argentina
Este caso ha sacado a la luz una serie de preocupaciones sobre la seguridad y los derechos humanos en los escenarios deportivos en Argentina, un país con un historial en violencia en los estadios que se remonta a varias décadas atrás.
Durante los años 80 y 90, los enfrentamientos violentos entre barras y la poca regulación de los eventos deportivos generaron una serie de tragedias, siendo el ejemplo más conocido el incendio del Estadio Nacional de Perú en 1964 y en #Argentina el episodio en La Plata en 1993, que dejó muertos y heridos.
A partir de estos hechos, las autoridades argentinas han intentado mejorar la seguridad en los estadios, pero episodios como este evidencian que aún hay mucho por hacer.
La comunidad internacional y órganos defensores de derechos humanos han llamado a una revisión profunda de las prácticas policiales y de la gestión de eventos deportivos en la región.