Tanto Boca como River atraviesan momentos difíciles en sus competiciones recientes, con resultados que generan inquietud entre sus seguidores y cuestionamientos a sus gestiones deportivas.

A pesar de su historia, su arraigo en la cultura popular y la magnitud de sus plantillas, ambos clubes parecen no encontrar el rumbo ideal para encauzar sus objetivos deportivos.
Este fin de semana, clubes como Defensa y Justicia y Riestra demostraron que no hay una diferencia insalvable en el fútbol, dejando en claro que no siempre se necesitan apuestas espectaculares para superar a estos gigantes.
La situación de Boca Juniors, uno de los clubes con mayor tradición en Argentina, se ha vuelto particularmente delicada. Tras un primer semestre decepcionante, con eliminaciones tempranas en la Copa Libertadores y una serie de malos resultados en el torneo local, la temporada no ha mejorado.
La salida del entrenador Fernando Gago, tras perder en el clásico ante River en el Monumental, dejó un vacío que no ha sido llenado con éxito por Mariano Herrón, quien dirigió en forma interina antes de la llegada de Miguel Ángel Russo.
Su ciclo, que parecía prometedor, pronto evidenció deficiencias en el plantel y en los resultados.
En los últimos tres meses, Boca solo ha logrado ganar tres de sus 18 partidos, entre ellos un par de triunfos en el mismo ciclo y una victoria en un amistoso contra un equipo amateur en el Mundial de Clubes, en un torneo que no pudo salir peor para los auriazules.
La crisis se refleja también en la clasificación a futuras competencias internacionales: el equipo, en su lucha por asegurar un lugar en la Libertadores 2026, sigue en zona comprometida y sin argumentos futbolísticos sólidos.
Además, las altas inversiones en fichajes, como el pase de Alan Velasco por aproximadamente 9 millones de euros y el de Edinson Cavani, no han reportado los resultados esperados.
La adversidad también se refleja en la pérdida de confianza de los hinchas, quienes en el estadio expresan su malestar a través de silbidos y reclamos, incluso dirigiendo críticas a la gestión de Juan Román Riquelme.
River Plate
Por otro lado, River Plate, bajo la dirección de Marcelo Gallardo, enfrenta su propia crisis de resultados. Después de un período de esperanza con su retorno, el equipo se encuentra en un mar de frustraciones, acumulando derrotas en fases decisivas y eliminaciones que alejan a la institución de sus objetivos.
Desde la llegada del entrenador más exitoso de su historia, el club de Núñez invirtió alrededor de 65 millones de euros en refuerzos, en un intento de sostener su competitividad en América y en el fútbol local.
Sin embargo, la reintegración del plantel ha sido problemática. El equipo muestra una marcada falta de intensidad, con un mediocampo desequilibrado y una fragilidad defensiva que ha costado goles en momentos clave.
Además, la edad promedio del equipo, que sigue siendo elevada, y las salidas de jugadores importantes, le han restado rebeldía y carácter en la cancha.
Las derrotas recientes ante Palmeiras, Racing y otros rivales de peso, han suscitado dudas sobre si la estrategia de Gallardo funciona y si laAggregación de nuevos talentos juveniles podrá revertir la situación.
El rechazo de la hinchada en el estadio Monumental fue evidente, con silbidos y protestas después de una derrota contra Riestra, un equipo considerado menor.
La presión aumenta, y en las próximas semanas se jugará un partido crucial contra Racing en una suerte de final que puede marcar un punto de inflexión en el ciclo actual.
En definitiva, tanto Boca como River enfrentan momentos de crisis que podrían definir su rumbo en los próximos meses. Los resultados deportivos, las decisiones tácticas y el respaldo institucional serán decisivos para determinar si logran enderezar el camino o si seguirán atravesando dificultades.