La historia de Verónica Ribot, saltadora olímpica argentina que representó a su país en cuatro Juegos Olímpicos y regresó a la competencia en 2023 a los 61 años, destacando su trayectoria que abarca medallas panamericanas, desafíos económicos y un regreso sorprendente al deporte.
Nacida en Buenos Aires el 27 de febrero de 1962, Ribot inició su camino en el mundo de los saltos ornamentales en Argentina. Desde pequeña, mostró interés en la natación, aunque fue en Bahamas donde realmente aprendió a nadar de manera profesional, tras mudarse con su familia a los seis años debido a las oportunidades laborales de sus padres.
Allí, su relación con el agua se convirtió en una pasión que la llevaría a competir en los niveles más altos.
Durante su infancia y adolescencia, Verónica combinó natación, gimnasia, ballet y esgrima, hasta que encontró en los saltos ornamentales su verdadera vocación.
A los 16 años, ya como residente en Miami, comenzó a destacar en competencias estatales y nacionales de Estados Unidos, país cuya ciudadanía obtuvo en esa época.
Su talento la llevó a representar a #Argentina en los Juegos Panamericanos de Caracas en 1983, donde consiguió la medalla de plata en plataforma de 10 metros, y en Indianápolis en 1987, con una medalla de bronce en la misma disciplina.
La figura de Ribot en Argentina fue revelándose a través de estos logros, aunque su presencia en el fútbol y otras disciplinas deportivas le otorgaron un perfil menor en la cultura popular.
Su participación en los Juegos Olímpicos comenzó en Los Ángeles 1984, donde integró por primera vez la delegación argentina. Luego, fue a Seúl 1988 y Barcelona 1992, en donde alcanzó la final en trampolín y plataforma, logrando destacar en un #deporte con poca tradición en Argentina y sin figuras de referencia nacional.
La carrera de Verónica estuvo marcada por las dificultades económicas que enfrentaban los atletas argentinos en aquella época. La falta de apoyo financiero y las limitaciones para viajar y prepararse a nivel internacional dieron un carácter desafiante a su trayectoria. A pesar de ello, Ribot siempre se mantuvo enfocada en su objetivo de competir al máximo nivel.
Verónica se dedicó a enseñar y a definir su camino en el deporte
Tras su retiro en 1996, cuando no logró clasificar para Atlanta, Verónica se dedicó a enseñar y a definir su camino en el deporte, einschließlich entrenadora en universidades estadounidenses como Cornell y SUNY Cortland, además de competir en torneos Masters hasta pocos meses atrás.
En 2023, impulsada por sus antiguos alumnos y su propio amor por el deporte, decidió volver a saltar en competiciones oficiales y en pocos meses, ganó en el Mundial Masters en Singapur y participó en otros torneos internacionales, incluyendo el Mundial de Fukuoka, en Japón, en el que logró la medalla de oro en trampolín de un y tres metros.
Para esta competencia, Verónica saltó desde una plataforma de cinco metros, ya que la normativa de la Federación Mundial de Natación (World Aquatics) impide a mayores de 50 años hacerlo desde diez metros.
Su participación y éxito demostraron que la edad no es un limitante para seguir disfrutando y compitiendo en el deporte.
Su historia refleja no solo un legado de logros deportivos, sino también el compromiso con la salud y el bienestar. Además, su caso revela las dificultades que enfrentan muchos deportistas argentinos, que muchas veces deben sortear obstáculos económicos y de apoyo institucional para poder llegar a sus sueños olímpicos.
Verónica Ribot no solo fue una atleta que representó a su país en cuatro Juegos Olímpicos, sino también un ejemplo para las nuevas generaciones, demostrando que nunca es tarde para perseguir los sueños y que el deporte puede ser una pasión que perdura a lo largo de toda la vida.
