El exfutbolista Carlos Leone, parte esencial del equipo que llevó al Huracán a la gloria en 1973, falleció a los 76 años, dejando un legado imborrable en el club y en la historia del fútbol argentino.

Carlos Leone, un emblemático jugador del Club Atlético Huracán y pieza clave en el histórico campeonato de 1973, ha fallecido a la edad de 76 años.
Su muerte, que fue anunciada el pasado sábado, ha causado una profunda tristeza entre los aficionados del Huracán y del fútbol argentino en general.
Su trayectoria en el club no solo se limita a sus habilidades en el campo de juego, sino también a las peculiaridades y supersticiones que marcaron su carrera.
Leone, conocido por ser uno de los jugadores que supo interpretar a la perfección las directrices del entrenador César Luis Menotti, se destacó en un equipo que se grabó a fuego en la memoria de los hinchas.
En el contexto del fútbol argentino de la década de los 70, Huracán brilló como uno de los clubes más destacados, y Leone formó parte vital de esa era dorada.
Nacido de las inferiores del club, Leone debutó en 1970 y rápidamente se convirtió en un jugador relevante, alcanzando la meta de ser convocado al preolímpico un año después.
A lo largo de su carrera, jugó principalmente como mediocampista central, acumulando 220 partidos y anotando 30 goles en la Primera División de Huracán.
En 1978, se unió a Independiente, donde contribuyó también al campeonato de ese año. Posteriormente, tuvo breves pasos por Almirante Brown y Deportivo Armenio.
Una de las características más mencionadas de Leone es su superstición relacionada con una gorra que siempre llevaba puesta en el banco de suplentes, la cual consideraba una cábala para el equipo.
“Nunca me la quité, incluso cuando no me tocaba jugar. Esto hacía que los demás compañeros sintieran mi apoyo desde fuera”, solía comentar Leone en sus entrevistas. Para él, el fútbol era más que un juego; era un ritual cargado de significados.
Además, Leone recuerda con nostalgia su transición del estilo de juego más rígido de Osvaldo Zubeldía, donde era asignado a marcar individualmente rivales destacados, a la libertad de desarrollo que le propuso Menotti, quien valoró sus habilidades y los matices que podía aportar al juego colectivo.
La pasión del pueblo quemero por su equipo se vio reflejada en el cariño hacia Leone, quien se ganó la admiración de todos por su ética de trabajo y dedicación.
De hecho, muchos recuerdan la cercanía que logró con sus compañeros, como los partidos de truco que se jugaban en el vestuario, actividades que fortalecían la unión del grupo.
En el momento de su muerte, el Club Atlético Huracán emitió un comunicado lamentando la pérdida de un gran jugador y recordando su legado. “Siempre te vamos a recordar”, expresaron, acompañando su mensaje con un emotivo homenaje a su trayectoria y contribución al club.
La historia de Carlos Leone no solo quedará en la memoria de los hinchas del Huracán, sino que se inscribirá en la rica narrativa del fútbol argentino, donde su figura seguirá representando los ideales de dedicación y pasión que el deporte puede ofrecer.
El fallecimiento de Leone cierra un capítulo de una época dorada en el fútbol argentino, un tiempo en el que los valores humanos se entrelazaron con el talento y la estrategia en la cancha.