El club argentino enfrenta una difícil etapa tras derrotas recientes, falta de liderazgo y cuestionamientos internos, en medio de un contexto económico desafiante.

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La situación de Boca Juniors en 2024 es uno de los temas más comentados en el fútbol sudamericano. El club, uno de los más populares y tradicionales de Argentina, atraviesa por una severa crisis que combina derrotas en competencias oficiales, problemas internos y una complicada situación económica.

El rendimiento actual y la gestión del equipo generan preocupación entre la hinchada y los analistas deportivos.

Desde hace meses, Boca viene acumulando malos resultados que han hecho estallar la paciencia de sus seguidores. La eliminación en los cuartos de final del Torneo Apertura tras la derrota contra Independiente fue solo la punta del iceberg. Además, su caída ante equipos como Alianza Lima en competencias internacionales ha agravado la situación, dejando al club sin posibilidades de clasificar a la Copa Libertadores y sin opciones de luchar por el campeonato local.

La próxima participación en torneos internacionales será en el Mundial de Clubes, enfrentando al Benfica en un encuentro programado para el 16 de junio en Miami.

Sin embargo, las perspectivas en Estados Unidos no son alentadoras, y el club parecería alejarse de alcanzas los objetivos deportivos.

El presidente de Boca, Juan Román Riquelme, figura emblemática del club y máximo ídolo en la historia del mismo, se encuentra en medio de una difficile autocrítica.

La gestión de la plantilla, seleccionada por él y su Consejo de Fútbol, ha sido cuestionada por su falta de conexión con la hinchada y por los resultados adversos en el campo.

Muchos hinchas expresan su descontento con pancartas y cánticos, exigiendo cambios y criticando la dirección del club.

Un dato importante en esta coyuntura es que Boca ha contratado en los últimos años a varios entrenadores, y actualmente la búsqueda de un proyecto futbolístico sólido parece no tener claro rumbo.

El reciente ingreso de Fernando Gago como técnico fue motivado por la necesidad de revertir la situación, pero todavía no se ve un impacto positivo real.

La inestabilidad se refleja en la falta de liderazgo claro tanto en el plantel como en la estructura dirigencial.

Desde que Riquelme asumió funciones directivas en 2018, el club ha tenido un total de siete entrenadores, sin lograr consolidar un estilo de juego ni obtener resultados consistentes.

La reciente oferta de Gabriel Milito, quien ahora está vinculado a Independiente, fue rechazada por su rechazo a abandonar esa institución, complicando aún más la planificación deportiva de Boca.

El ataque a la gestión se refleja también en la relación con la hinchada. Durante los partidos en la Bombonera, se han registrado muestras de descontento, con cánticos y pasacalles críticos hacia la comisión directiva y hacia Riquelme en particular.

La división en las gradas, que incluye a la popular y a las plateas medias, evidencia un club dividido y sin estabilidad.

En el plano económico, Boca enfrenta desafíos similares a los de muchos clubes sudamericanos, con presupuestos elevados que no siempre se traducen en resultados deportivos.

La inflación y las deudas existentes en Argentina afectan las finanzas del club, que intenta gestionar los recursos para mantener competitividad sin perder estabilidad.

El rival, Independiente, con un proyecto más definido y liderado por Julio Vaccari, evidenció las deficiencias de Boca en un enfrentamiento reciente.

La derrota refleja la desconexión del equipo con su propio estilo de juego y la falta de rumbo, con jugadores remando sin una dirección clara.

Este escenario plantea un 2025 que, para Boca, parece muy prometedor en términos de historia y afición, pero que requiere cambios profundos en su gestión, estructura y planificación deportiva para volver a competir al máximo nivel.

La historia del club muestra épocas doradas y momentos oscuros, y en este momento parece estar en uno de sus peores períodos recientes, con una hinchada expectante y un futuro incierto.