Descubre cómo explorar tu sexualidad sin moverte del sitio. Aprende a escucharte, filtrar las opiniones de los demás y desarrollar tu propia ruta. Prepárate con las herramientas adecuadas y disponte a vivir una experiencia fascinante.
Hay muchos tipos de viajes, pero los más interesantes son los que haces sin moverte del sitio.
Uno de ellos es el viaje por tu sexualidad.
A lo mejor te suena esto un poco raro, porque piensas que tú tienes claro que eres así o asá y esto no cambia.
Pero haz una cosa: piensa en la comida que te gustaba o no te gustaba cuando eras pequeño/a.
Quizá en esa época aborrecías el pescado y ahora te encanta el sushi.
O te podías comer una tonelada de manzanas al año, pero después descubriste los melocotones y las manzanas ahora te parecen demasiado ácidas.
Pues esto, muy simplificado, es lo que pasa con todo en la vida: que lo que piensas y sientes en un momento no es lo que vas a pensar y sentir siempre.
Y menos mal, porque si no, ¡qué aburrimiento!
Podemos comparar la sexualidad con un camino, incluso con un laberinto, lleno de recovecos, por el que a veces no ves a dónde vas e incluso te puedes perder.
Y no pasa nada: si ves que el camino que has escogido no te termina de gustar, solo tienes que dar media vuelta y explorar otro.
Para descubrir cuál es tu ruta, lo mejor es llenar una maleta con las herramientas necesarias.
Te será muy útil tenerlas siempre a mano.
¿Cuáles meto y cuáles dejo fuera? Eso ya depende de cada persona, pero te vamos a dar unas pistas de objetos que te pueden servir:
- Unos auriculares conectados a tu cuerpo.
La sexualidad al final es lo que tu cuerpo siente.
Es el mejor guía, quien te va a decir: 'por este camino no' o 'por aquí sí'. Llévalos siempre conectados, porque las personas cambiamos: no sentimos lo mismo cuando somos adolescentes que cuando somos ya adultos/as.
- Una esterilla para relajarte.
Siguiendo con la idea de escucharte a ti mismo/a, algunas de las técnicas que puedes utilizar es el mindfulness, la respiración, la atención plena al cuerpo... Túmbate, relájate, pon la mente en blanco y empieza a sentir.
- Un filtro para lo que te dicen los demás.
Hay gente a la que está bien escuchar: las personas que te quieren, que te dan un espacio seguro para explorar.
Cada persona ha hecho su propio viaje, con sus propios miedos e inseguridades, pero compartirlos es una buena manera de aprender de los demás.
En otros casos, tocará filtrar lo que te dicen, utilizar el pensamiento crítico para decidir si lo que proponen a ti te apetece o no.
Sobre todo, en el caso de la ficción: recuerda que lo que ocurre detrás de una pantalla no es la vida real.
- Unas aletas para nadar a contracorriente.
Es posible que lo que te dice tu cuerpo es que lo que hacen la gente que tienes a tu alrededor no es tu camino.
Eso pasa mucho en la adolescencia.
Por ejemplo, quizá tus amigos/as han tenido ya experiencias sexuales y a ti no te apetece.
O lo que les gusta a ellos/as no es lo que te gusta a ti.
En estos casos, muchas veces nos parece que lo más fácil es dejar que nos arrastre la marea... pero no es lo que nos hace felices.
- Un chubasquero para que las críticas no te calen.
Es matemático: no hay nada como empezar a hacer lo que te apetece como para que haya alguien que te juzgue por lo que se supone que debes (o no debes) hacer según él o ella.
Hay a personas que les cuesta entender la diversidad, pero eso no tiene que hacer que tú cambies.
- Un espejo en el que mirarte.
Durante todo el camino vas a ir cambiando.
Tu cuerpo no es el mismo con 12 años que con 25 que con 30 (ni con 40, 50, 60...) y es importante que lo conozcas, que sepas lo que puede (y quiere) hacer en cada momento y lo que no.
- Unas gafas para ver a los demás.
Igual que cambias tú, lo hacen quienes te rodean.
Esto es muy importante, por ejemplo, en el caso de las parejas: a lo mejor tú piensas que le gusta algo, tú sigues haciéndolo a pesar de que haya cambiado durante este tiempo.
También hay cosas que es mejor no meter en nuestro equipaje: los miedos, los tabús, las presiones sociales, las inseguridades que no te permiten conocerte, la soberbia que te hace creer que lo sabes todo... Eso no quiere decir que te lances a la aventura sin pensar, sino que seas tú el/la que creas tu propia ruta, con tus gustos y tus límites, tus cambios de dirección, etc.
Ahora que ya tienes tu maleta preparada, es el momento de lanzarte a caminar.
Despacio mejor, que correr en estos casos no sirve para nada.
Tienes que parar, mirar, sentir y expresar todo eso: lo que vives, lo que piensas y lo que sientes.
¡Buen viaje!