Las nuevas directrices de la NOAA generan inquietud entre los científicos canadienses que colaboran con colegas americanos en el estudio del clima y fenómenos meteorológicos.

Un grupo de investigadores canadienses está expresando su preocupación ante las nuevas políticas restrictivas que están implementando las autoridades meteorológicas de Estados Unidos.

Estas directrices, emanadas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), son vistas como un potencial obstáculo para la colaboración científica transfronteriza en áreas que dependen de datos abiertos y cooperación entre países.

La NOAA ha comunicado a su personal que se deben someter a revisión todos los correos electrónicos internacionales de carácter científico, y cualquier compromiso internacional debe contar con la aprobación de altos funcionarios hasta finales de marzo.

Esta situación ha iniciado un período de incertidumbre entre investigadores como David Sills, director del Proyecto de Tornados del Norte (NTP), quien ha notado un descenso en la correspondencia proveniente de sus colegas estadounidenses.

Sills, que obtuvo reconocimiento tras evaluar daños en actividades de tormentas y tornados en diversas regiones, sostiene que la interacción constante entre los investigadores de ambos países es crucial para el avance de su línea de trabajo.

Además, se teme que esta nueva normativa afecte una conferencia de meteorología radar planificada para el verano y un proyecto conjunto para desarrollar una nueva escala de Fujita mejorada (EF) para la clasificación de tornados.

Los investigadores canadienses están en una encrucijada, ya que dependen en gran medida de los datos que proporciona la NOAA sobre fenómenos climáticos.

Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro acceso a esa información ha crecido en medio de temores sobre posibles recortes de personal en la NOAA y demás entidades gubernamentales en EE.

UU., impulsadas por una agenda que busca reducir la plantilla federal sin mayor transparencia.

Las experiencias pasadas con eventos climáticos han demostrado cómo el intercambio de información entre EE. UU. y Canadá ha sido vital. Por ejemplo, la colaboración durante fenómenos como el huracán Katrina en 2005 permitió a los meteorólogos de ambos países analizar trayectorias y sistematizar respuestas rápidas.

A pesar de que la NOAA ha desmentido que se hayan emitido órdenes para detener la comunicación con contrapartes internacionales, el impacto tangible de estas políticas ya se siente en el terreno.

Tanto los investigadores que respaldan la investigación climática en Canadá como aquellos que colaboran con el Fondo Nacional de Ciencia de EE. UU. (NSF) están sintiendo un "efecto paralizante" debido a la incertidumbre generada por estos cambios.

Recientemente, se informaron despidos significativos en el personal del NSF, lo que ha intensificado la inquietud entre los científicos que dependen de estos organismos para llevar a cabo sus investigaciones.

En este contexto, Sills y su equipo tienen motivos para dudar sobre el futuro cotidiano de sus esfuerzos.

"Por el momento, todo parece estar en un limbo, solo bajo revisión. Nos preocupa el impacto que esto podría tener en nuestras futuras relaciones y proyectos conjuntos", manifestó Sills. La situación destaca la importancia de una comunicación clara y transparente en la investigación científica, especialmente en un campo tan crítico como el estudio de fenómenos climáticos.

A medida que se desarrollan estos acontecimientos, los investigadores esperan que se respeten los principios de cooperación científica y que el intercambio de datos no se convierta en un obstáculo adicional en el agonizante esfuerzo por comprender y combatir los efectos del cambio climático.