Los compromisos económicos internacionales para conservar los océanos son insuficientes, alcanzando solo $9 millones de euros en comparación con los $157 millones de euros que la ONU estima necesarios anualmente. La falta de regulaciones claras y datos precisos frena la inversión privada en la protección marina.

La reciente conferencia de la ONU en Niza, dedicada a impulsar inversiones para salvaguardar los océanos del planeta, logró acuerdos por un valor aproximado de 9 millones de euros (equivalente a unos 10 millones de dólares estadounidenses).

Sin embargo, esta cifra está muy por debajo de la inversión anual estimada de 140 millones de euros (alrededor de 157 millones de dólares) que la ONU considera necesaria para cumplir con sus objetivos de protección marina para 2025.

A lo largo de la historia, la importancia de los océanos ha sido reconocida cada vez más por científicos y líderes mundiales. Los océanos cubren más del 70 % de la superficie terrestre y generan cerca del 50 % del oxígeno que respiramos, además de ser fuente de alimento y sustento para millones de personas.

Sin embargo, décadas de explotación, contaminación y explotación de recursos naturales han causado daños considerables, poniendo en riesgo estos ecosistemas vitales.

Pese a ello, el compromiso económico y político para su conservación ha sido limitado. Durante la conferencia, solo 50 países de los más de 130 que firmaron el Acuerdo de Alta Mar en 2023 han ratificado el tratado, que establece normas para la gestión de aguas internacionales y busca frenar prácticas dañinas como la pesca en exceso, la minería submarina sin regulación adecuada y la contaminación marítima.

Ni Canadá ni Estados Unidos han ratificado aún este tratado, lo que complica la implementación de políticas globales eficaces. La falta de un marco regulatorio sólido y datos científicos fiables ha frenado la inversión del sector privado en proyectos de conservación marítima.

Oliver Withers, responsable de medioambiente en el banco británico Standard Chartered, indicó que: “Los océanos no pertenecen a ningún país en particular, por lo que la gobernanza global es un gran desafío”.

Gran parte de los fondos que se lograron en la conferencia provienen de instituciones financieras públicas, como el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, que aportó unos 2,1 millones de euros (2,5 mil millones de dólares) y otros bancos de desarrollo internacionales, que destinaron cerca de 3,2 millones de euros (3,5 mil millones de dólares) para combatir la contaminación por plásticos.

A pesar de estos avances, la inversión total todavía representa solo una fracción de las necesidades reales. Entre 2015 y 2019, se invertieron aproximadamente 8,9 millones de euros (10 millones de dólares) en proyectos ligados a la conservación marina, frente a los 132 millones de euros (unos 157 millones de dólares) anuales que la ONU estima imprescindibles para alcanzar sus metas sostenibles.

Expertos consideran que es fundamental mejorar las regulaciones y eliminar subsidios que fomentan prácticas dañinas, como la pesca excesiva. Además, la creación de nuevas áreas marinas protegidas y el desarrollo de tecnologías innovadoras son pasos necesarios para incrementar la protección oceánica.

Un ejemplo reciente de los esfuerzos en marcha es la demanda de algunos científicos por prohibir la minería en las profundidades marinas, que representa un riesgo potencial para los ecosistemas más inexplorados del planeta.

Solo en 2025, la inversión en tecnología oceánica representó menos del 0,5 % del total invertido en todos los sectores económicos a nivel mundial, pero esta cifra ha empezado a mostrar una tendencia positiva.

Los inversionistas también exigen que los gobiernos implementen mecanismos sólidos para la aplicación de los tratados y normativas, así como para afrontar el cambio climático, cuya consecuencia más evidente es el calentamiento global de los océanos.

El aumento de las temperaturas marinas provoca la acidificación del agua y el blanqueamiento de corales, afectando la biodiversidad y la pesca.

En conclusión, aunque en Niza se lograron algunos avances, la diferencia entre las recursos comprometidos y las necesidades reales sigue siendo enorme.

La comunidad internacional debe redoblar esfuerzos para proteger estos ecosistemas esenciales para la vida en la Tierra, promoviendo políticas más estrictas, mayor colaboración y mayor inversión tanto pública como privada.

La salud de los océanos, que sustentan a miles de millones de personas y regulan el clima global, depende de acciones concretas y sostenidas en el tiempo.