Una residente del barrio Leaside en Toronto denuncia que una vecina continúa alimentando animales salvajes en su jardín, lo que ha provocado una significativa proliferación de roedores que invaden su propiedad y la de otros vecinos, generando preocupaciones sanitarias y de salud pública.
En el barrio Leaside de Toronto, numerosos vecinos enfrentan una problemática que ha escalado en los últimos meses: una infestación de ratas que se atribuye a la persistente alimentación de animales salvajes en una propiedad particular.
La residente Jennifer King lleva más de 25 años viviendo en la zona, pero nunca había enfrentado problemas de roedores hasta que, a principios de año, comenzó a notar rastros de estos en la nieve y caminos marcados por sus huellas en el jardín de su casa.
Las ratas, que según reportes locales pueden llegar a tamaños similares a los de una mofeta, se han convertido en un problema grave, incluso logrando merodear en la luz del día y causando daños en estructuras, como maderas de terrazas y zanjas realizadas en el suelo.
Jennifer relata que en marzo solicitó a su vecina que cesara de poner comida para animales en su patio trasero, ya que esa acción parecía ser el principal factor que atraía a los roedores, pero la práctica continuó.
Este tipo de problemática no es exclusiva de Toronto. Históricamente, las ciudades de gran tamaño enfrentan desafíos con la proliferación de plagas urbanas, particularmente en comunidades donde las prácticas humanas alteran los ecosistemas naturales, creando condiciones propicias para la aparición de roedores y otros animales no deseados.
En muchas ocasiones, la proliferación de estos animales está relacionada con el abandono de basura o con la alimentación intencional o accidental de animales salvajes, como aves, ardillas o incluso ciervos en algunos casos.
Desde la implementación en 2023 de una modificación en la ordenanza local para prohibir la alimentación de animales en los espacios privados —exceptuando a las aves cantoras—, las autoridades municipales han recibido miles de denuncias.
En el último año, unos 3,787 reclamos fueron reportados en 2023, y cerca de 3,897 en 2024, evidenciando la gravedad y la recurrencia del problema.
La oficina del concejal Rachel Chernos Lin, que representa a la zona de Randolph, comenta que en su distrito se han impuesto varias multas a residentes que incumplen con la normativa, con sanciones que podrían llegar hasta los 90.000 euros si se demuestra la violación de la ley. Además, en algunos casos, las autoridades han llevado a cabo inspecciones y ordenado la limpieza de los patios afectados.
Expertos en control de plagas advierten que dejar comida en los patios, especialmente en temporadas donde las temperaturas son aún frías, puede crear un incentivo para que los roedores permanezcan cerca de las viviendas, incrementando así el riesgo de transmisión de enfermedades.
La situación se ha visto agravada con la llegada de nuevas construcciones y el movimiento de tierras en zonas cercanas, que han disturbado las madrigueras existentes y dispersado aún más a los roedores.
Jennifer King indica que, tras contratar a un exterminador, logró eliminar a muchas de las ratas en el interior de su vivienda, pero el problema persiste en su patio.
La vecina acusada de alimentar animales salvajes niega las acusaciones, y no se ha logrado una resolución definitiva hasta ahora.
Otros residentes como Janet Bolton, amiga y vecina de Jennifer, relatan haber visto en varias ocasiones hasta 30 roedores en 15 minutos en el jardín de la afectada, aumentando las preocupaciones sanitarias y emocionales sobre la salud y bienestar de quienes viven en la zona.
En la actualidad, la problemática parece concentrarse en unos pocos bloques del barrio, entre la calle Eglinton y Laird Drive, pero las autoridades y los vecinos coinciden en que la clave está en la comunicación y en la cooperación para prevenir que pequeños desacuerdos se conviertan en problemas mayores.
Se recomienda a los residentes que continúen reportando cualquier incidencia a los canales oficiales, como el servicio de atención ciudadana 311, y que, en caso de dificultades para resolver el conflicto, contacten con sus concejales para facilitar mediación y acciones concretas.
Además, los expertos señalan que las temperaturas invernales han mantenido a muchas ratas en sus madrigueras subterráneas; sin embargo, con la llegada de la primavera y las subirgradaciones en las temperaturas —que en Europa y otras regiones pueden variar entre 5 y 15 grados Celsius en esta temporada— podría agravarse aún más la situación.
El cambio climático también influye en la proliferación de plagas urbanas en muchas ciudades europeas, donde las temperaturas más cálidas y las temporadas extendidas de alimento fácil favorecen el crecimiento de estas poblaciones.
Por ello, las autoridades municipales refuerzan la importancia de la colaboración vecinal y el cumplimiento de las ordenanzas para garantizar comunidades saludables y seguras.
La supervisión y la denuncia temprana pueden ser claves para evitar que las plagas se conviertan en un problema irreversible, puesto que la proliferación de roedores no solo causa molestias, sino también riesgos para la salud pública, transmitiendo enfermedades como leptospirosis, salmonelosis y otras infecciones.
En definitiva, la situación en Toronto refleja una problemática global que requiere atención y responsabilidad compartida por parte de las comunidades y las instituciones, para mantener los entornos urbanos libres de plagas y saludables para todos.