El cambio en la política climática de EE.UU. deja un vacío en la diplomacia internacional, planteando preguntas sobre quién asumirá el liderazgo en la lucha contra el cambio climático.
La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirar al país del Acuerdo de París ha generado una preocupación creciente en torno al futuro de la diplomacia climática internacional.
Este movimiento no solo afecta a la nación norteamericana, sino que también deja un vacío en el liderazgo que tradicionalmente ha ejercido Estados Unidos en el ámbito mundial.
Durante muchos años, EE.UU. ha sido uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, lo que lo convierte en un actor clave en cualquier estrategia global para enfrentar el cambio climático.
Según Li Shuo, investigador del Asia Society Policy Institute en Washington D.C., "Estados Unidos es el mayor emisor histórico y sigue siendo el segundo mayor emisor global en la actualidad". Esta realidad plantea un desafío considerable para los esfuerzos climáticos globales, especialmente en un momento en que se requiere una acción coordinada y ambiciosa para mitigar los efectos del calentamiento global.
El Acuerdo de París, que busca limitar el incremento de temperatura a menos de 2 grados Celsius, se basa en la cooperación internacional y la presión entre países para mejorar sus compromisos climáticos cada cinco años.
No obstante, bajo la administración de Trump, se prevé un deslizamiento hacia atrás en cuanto a las políticas climáticas, lo que podría obstaculizar los avances logrados previamente.
Bajo la administración del expresidente Joe Biden, Estados Unidos había recuperado su papel como líder en la transición hacia energías limpias, realizando inversiones sin precedentes en tecnologías verdes y estableciendo objetivos ambiciosos de reducción de emisiones.
Sin embargo, el cambio de liderazgo ha despojado al proceso de París del peso diplomático que antes poseía.
El vacío de liderazgo no ha pasado desapercibido, y otros países buscan asumir un rol más proactivo. Expertos sugieren que la Unión Europea y China tienen la capacidad de llenar este hueco. Aunque con sus propios retos, la UE ha mostrado señales de acción al proponer un "acuerdo industrial limpio" para fomentar la reducción de emisiones en sectores pesados.
Este acuerdo incluiría una inversión de alrededor de 100.000 millones de euros para impulsar dichas iniciativas.
En el contexto más amplio, una reciente reunión en Roma durante las conversaciones sobre biodiversidad resultó en un acuerdo de financiación de 200.000 millones de euros para la protección de la naturaleza en países en desarrollo, en el cual los EE.UU. no participó. Este acuerdo fue impulsado por los países BRICS, quienes buscan un camino para la sostenibilidad sin la influencia de la mayor economía del mundo.
El futuro del liderazgo climático podría depender en gran medida de la economía de las tecnologías de energía limpia. Según Shuo, muchas de estas tecnologías han visto reducciones drásticas en sus costos, lo que las hace cada vez más accesibles independientemente de las circunstancias geopolíticas.
"El mercado global de productos de bajo carbono es vasto y se extiende más allá de América del Norte y Europa", explica Shuo. Esto deja a países en desarrollo abiertos a oportunidades en este espacio, donde China se posiciona como un líder clave gracias a su capacidad de movilizar grandes cantidades de energía solar y eólica.
La conclusión es clara: el cambio y la adaptación en la diplomacia climática son necesarios. Los países del mundo han comenzado a tomar medidas, y la capacidad de acción de naciones que una vez dependieron de la guía estadounidense será crucial en los años venideros.
Este nuevo paisaje diplomático, aunque incierto, puede abrir caminos para una cooperación global más inclusiva en la lucha contra el cambio climático.